LIMA - PERÚ DOMINGO 29 DE SETIEMBRE DEL 2019 MENSAJE # 3281
JOB 6:1-4, 7-15.
"Si todas mis penas y desgracias pudieran pesarse en una balanza, pesarían más que la arena del mar. Por eso he hablado con pasión. El todopoderoso ha clavado en mí sus flechas; y el veneno de ellas corre por mi cuerpo. Dios me ha llenado de terror con sus ataques ... Pues lo que jamás quise comer es ahora mi alimento. ¡Ojalá Dios me concediese lo que le pido; ojalá me cumpla lo que deseo! ¡Ojalá Dios e decida por fin a aplastarme y acabar con mi vida! A pesar de la violencia del dolor, eso sería un gran consuelo para mí, pues siempre he respetado las leyes del Dios santo. Ya no me quedan fuerzas para resistir, ni razón alguna para seguir viviendo. No tengo la dureza de la roca, ni la consistencia del bronce. No puedo valerme por mí mismo, ni cuento con ningún apoyo. Al amigo que sufre se le ama, aun cuando no haya sido fiel al Todopoderoso. Pero ustedes mis amigos me han fallado, como arroyos que se quedan secos.
=== La naturaleza peculiarísima del sufrimiento, cuando es continuo y por un largo período, y sin entender el por qué, llega a hacer trizas el ánimo más amplio, logrando que la paciencia se acabe, y surja la protesta, amiga de la frustración y la amargura, y del lenguaje decadente de quien se siente afrentado por haber recibido más de treinta y nueve azotes, soltando todas sus aprensiones, y descargando a través de su lenguaje y su actitud el hipotético mal que supuestamente Dios le habría inferido. Y ninguno de nuestros protagonistas conocía plenamente al Padre, ni al enemigo de nuestras almas. Es por ello que Job TIENE LA IMPRESIÓN de haber sido herido por Dios con las envenenadas flechas que guarda en su aljaba vengativa para castigar al impío, o para enmendar al hijo pernicioso y rebelde que se tuerce en el camino. Cabe acotar que todo esto que escribo aquí intenta comprender las actitudes y el lenguaje del patriarca herido, quien no tiene toda la luz acerca del corazón del Padre, y suelta mediante su lenguaje lo negativo del hecho de lo que él está experimentando. La mayoría, si no todos, solemos caer en esa trampa, y nuestros labios declaran lo que en el corazón abunda, sin medir las consecuencias.
=== El terrorismo del que habla Job es auspiciado por Satán, el maligno; y no por la Deidad; quien no suele aplicar la disciplina jobiana a cada creyente; sin dejar de mostrar su plano soberano en todo lo que hace para cubrir su propósito. Cuando el patriarca destaca el 'cambio de su dieta', indica que él nunca había sido tratado de este modo, y no entiende por qué Dios actúa así con él. Su aturdimiento al respecto es, pues, legítimo. Cualquiera en su lugar albergaría fuertes dudas respecto a la fidelidad de Dios para con sus siervos obedientes, y en medio de todas estas dificultades les resultaría sumamente difícil mantener su relación vertical corriendo el riesgo de sentirse tentados a escuchar la voz de la esposa de Job que sugiere: ¿Aún mantienes tu integridad? ¡Maldice a Dios, y muérete! Es por eso que Job, agobiado en extremo, solicita a Dios que descargue sobre él toda su ira, y lo mate de una vez. Esta es la voz de la desesperación, tan legítima como otra cualquiera al haber llegado a su clímax, implorando el favor de sus amigos para darle el beneficio de la duda, y entender que después de haber analizado las cosas exhaustivamente, y no haber hallado en él y en su fluir nada ofensivo contra la Deidad, o contra su solidaridad con el prójimo, NO HALLABA BASE PARA SU SUFRIMIENTO.
=== Los amigos consoladores se convirtieron en fiscalizadores y acusadores, sobre la base de su condición exterior, y del sentido de la justicia retributiva, que señoreara aquella época, y sin atenuantes. Fue por ello que cada uno de los molestos consoladores halló en la acusación un poderoso bastión para condenar a Job, y pedirle que se arrepintiera de sus maldades sin número que en oculto había practicado, y de las cuales debiera apartarse tras confesar las mismas, dejando atrás su hipocresía. Así fue que Elifaz, Bildad y Zofar, coincidieron todos en condenar a Job, y sin más trámite, dieron su sentencia, declarándolo culpable de quién sabe cuántos pecados, abominaciones y bajezas, dejando sin opciones al apabullado patriarca. ¡Eso dolía! Y por eso en este capítulo Job compara a sus amigos con los torrentes, que se desvanecen con el tiempo, haciendo que las caravanas se engañen llegando a oasis ideales que se han desvanecido, matando a los falsamente esperanzados con su mítico espejismo. La decepcionante ayuda amical dejó a Job sin opciones. ¿Somos esa clase de consoladores?
EFRAÍN ARTURO CHÁVEZ ESPARTA 29/09/2019 MENSAJE # 3281
JOB 6:1-4, 7-15.
"Si todas mis penas y desgracias pudieran pesarse en una balanza, pesarían más que la arena del mar. Por eso he hablado con pasión. El todopoderoso ha clavado en mí sus flechas; y el veneno de ellas corre por mi cuerpo. Dios me ha llenado de terror con sus ataques ... Pues lo que jamás quise comer es ahora mi alimento. ¡Ojalá Dios me concediese lo que le pido; ojalá me cumpla lo que deseo! ¡Ojalá Dios e decida por fin a aplastarme y acabar con mi vida! A pesar de la violencia del dolor, eso sería un gran consuelo para mí, pues siempre he respetado las leyes del Dios santo. Ya no me quedan fuerzas para resistir, ni razón alguna para seguir viviendo. No tengo la dureza de la roca, ni la consistencia del bronce. No puedo valerme por mí mismo, ni cuento con ningún apoyo. Al amigo que sufre se le ama, aun cuando no haya sido fiel al Todopoderoso. Pero ustedes mis amigos me han fallado, como arroyos que se quedan secos.
=== La naturaleza peculiarísima del sufrimiento, cuando es continuo y por un largo período, y sin entender el por qué, llega a hacer trizas el ánimo más amplio, logrando que la paciencia se acabe, y surja la protesta, amiga de la frustración y la amargura, y del lenguaje decadente de quien se siente afrentado por haber recibido más de treinta y nueve azotes, soltando todas sus aprensiones, y descargando a través de su lenguaje y su actitud el hipotético mal que supuestamente Dios le habría inferido. Y ninguno de nuestros protagonistas conocía plenamente al Padre, ni al enemigo de nuestras almas. Es por ello que Job TIENE LA IMPRESIÓN de haber sido herido por Dios con las envenenadas flechas que guarda en su aljaba vengativa para castigar al impío, o para enmendar al hijo pernicioso y rebelde que se tuerce en el camino. Cabe acotar que todo esto que escribo aquí intenta comprender las actitudes y el lenguaje del patriarca herido, quien no tiene toda la luz acerca del corazón del Padre, y suelta mediante su lenguaje lo negativo del hecho de lo que él está experimentando. La mayoría, si no todos, solemos caer en esa trampa, y nuestros labios declaran lo que en el corazón abunda, sin medir las consecuencias.
=== El terrorismo del que habla Job es auspiciado por Satán, el maligno; y no por la Deidad; quien no suele aplicar la disciplina jobiana a cada creyente; sin dejar de mostrar su plano soberano en todo lo que hace para cubrir su propósito. Cuando el patriarca destaca el 'cambio de su dieta', indica que él nunca había sido tratado de este modo, y no entiende por qué Dios actúa así con él. Su aturdimiento al respecto es, pues, legítimo. Cualquiera en su lugar albergaría fuertes dudas respecto a la fidelidad de Dios para con sus siervos obedientes, y en medio de todas estas dificultades les resultaría sumamente difícil mantener su relación vertical corriendo el riesgo de sentirse tentados a escuchar la voz de la esposa de Job que sugiere: ¿Aún mantienes tu integridad? ¡Maldice a Dios, y muérete! Es por eso que Job, agobiado en extremo, solicita a Dios que descargue sobre él toda su ira, y lo mate de una vez. Esta es la voz de la desesperación, tan legítima como otra cualquiera al haber llegado a su clímax, implorando el favor de sus amigos para darle el beneficio de la duda, y entender que después de haber analizado las cosas exhaustivamente, y no haber hallado en él y en su fluir nada ofensivo contra la Deidad, o contra su solidaridad con el prójimo, NO HALLABA BASE PARA SU SUFRIMIENTO.
=== Los amigos consoladores se convirtieron en fiscalizadores y acusadores, sobre la base de su condición exterior, y del sentido de la justicia retributiva, que señoreara aquella época, y sin atenuantes. Fue por ello que cada uno de los molestos consoladores halló en la acusación un poderoso bastión para condenar a Job, y pedirle que se arrepintiera de sus maldades sin número que en oculto había practicado, y de las cuales debiera apartarse tras confesar las mismas, dejando atrás su hipocresía. Así fue que Elifaz, Bildad y Zofar, coincidieron todos en condenar a Job, y sin más trámite, dieron su sentencia, declarándolo culpable de quién sabe cuántos pecados, abominaciones y bajezas, dejando sin opciones al apabullado patriarca. ¡Eso dolía! Y por eso en este capítulo Job compara a sus amigos con los torrentes, que se desvanecen con el tiempo, haciendo que las caravanas se engañen llegando a oasis ideales que se han desvanecido, matando a los falsamente esperanzados con su mítico espejismo. La decepcionante ayuda amical dejó a Job sin opciones. ¿Somos esa clase de consoladores?
EFRAÍN ARTURO CHÁVEZ ESPARTA 29/09/2019 MENSAJE # 3281
LOS QUE SON LLAMADOS A JUZGAR ENTRE SUS HERMANOS, HAN DE SER PERSONAS QUE INDAGUEN Y AVERIGÜEN CON MUCHA EXACTITUD CADA DETALLE, DE MODO QUE LA SENTENCIA CORRESPONDA A UNA TOTAL CERTEZA; Y NO A LAS IMPRESIONES DE CADA UNO.
ResponderEliminar