LIMA - PERÚ VIERNES 02 DE AGOSTO DEL 2019 MENSAJE # 3223
OSEAS 3:1-5.
"Me dijo otra vez Yahweh: Ve, ama a una mujer amada de su compañero, aunque adúltera, como el amor de Yahweh para con los hijos de Israel, los cuales miran a dioses ajenos, y aman tortas de pasas. La compré entonces para mí por quince siclos de plata y un homer y medio de cebada. Y le dije: Tú serás mía durante muchos días; no fornicarás, ni tomarás otro varón; lo mismo haré yo contigo. Porque muchos días estarán los hijos de Israel sin rey, sin príncipe, sin sacrificio, sin estatua, sin efod y sin terafines. Después volverán losa hijos de Israel, y buscarán a Yahweh su Dios, y a David su rey; y temerán a Yahweh y a su bondad en el fin de los días".
=== Transcurrían los días en que la nación israelita (las diez tribus del norte, y también la tribu de Judá al sur), habían penetrado en una apostasía de niveles increíbles, y nuestro dolorido Dios, le comunicaba a su siervo Oseas, todo el sentir de su quebrantado corazón debido a la infidelidad de la nación escogida, y de cómo ésta se había sumido en la más absoluta degeneración, no temiendo la ira de Yahweh y sus justas demandas frente a la traición de su pueblo, manteniéndose en rebeldía total, y pidiendo a gritos que Dios se expresara al respecto. Dios, pues, llama a Oseas para someterse a una extraña misión, en la que el profeta establecería un paralelo en el plano natural, emulando la crisis situacional en la que la Deidad se debatiera. El pecado de la nación exigía un castigo, tanto disciplinario como punitivo; y el Dios justo no podía pasar por alto la abominable conducta de su pueblo elegido, y el juicio no debía ser postergado. Y en medio de todo ello, destaca el amor divino y su carga por perdonar y recobrar a Israel, haciendo gala de un amor tan enorme, que lo llevara a condolerse de la nación y a procurar su recobro en medio de aquella sordidez espantosa que exponía todo lo que la corrompida descendencia de Abraham albergara dentro de sí.
=== Sólo aquellos que han pasado por una situación semejante, y amaran como Dios lo hace (hablamos aquí del poder del amor ágape que sobrepasa el carnal entender y trasciende los efectos más trágicos de la infidelidad, la traición y la indecencia), serán capaces de entender el cómo el corazón divino se puede ensanchar hasta devorar toda la maldad, bebiéndose de un solo trago la ignominia a la que fuera sometido, asimilando aquel brutal zarpazo que heriría hasta la médula el amor más tierno y puro, cambiándolo en antagonismo, rechazo y repudio; desdibujando así la dulzura y el candor que antes hiciera brillar el rostro del amante Creador, trocando en llanto y en tristeza la dicha del quebrantado guardador del pacto que hoy luciera cual una marchita flor que no pareciera poder retoñar, ¡Tal era su fatídica apariencia! Y a pesar de todo ello, en sus ojos había una luz esperanzadora que nada ni nadie podría apagar, dejando ver en sus manos el precio del rescate de aquella fémina infiel que allí estaba, en el mercado de esclavos después de ser abandonada por sus hastiados amantes, que ya no encontraran en ella nada que disfrutar, viéndola envilecida en extremo, abominándola después de haberla degradado hasta ese nivel ... ¡De allí la recogió la ternura divina!
"Me dijo otra vez Yahweh: Ve, ama a una mujer amada de su compañero, aunque adúltera, como el amor de Yahweh para con los hijos de Israel, los cuales miran a dioses ajenos, y aman tortas de pasas. La compré entonces para mí por quince siclos de plata y un homer y medio de cebada. Y le dije: Tú serás mía durante muchos días; no fornicarás, ni tomarás otro varón; lo mismo haré yo contigo. Porque muchos días estarán los hijos de Israel sin rey, sin príncipe, sin sacrificio, sin estatua, sin efod y sin terafines. Después volverán losa hijos de Israel, y buscarán a Yahweh su Dios, y a David su rey; y temerán a Yahweh y a su bondad en el fin de los días".
=== Transcurrían los días en que la nación israelita (las diez tribus del norte, y también la tribu de Judá al sur), habían penetrado en una apostasía de niveles increíbles, y nuestro dolorido Dios, le comunicaba a su siervo Oseas, todo el sentir de su quebrantado corazón debido a la infidelidad de la nación escogida, y de cómo ésta se había sumido en la más absoluta degeneración, no temiendo la ira de Yahweh y sus justas demandas frente a la traición de su pueblo, manteniéndose en rebeldía total, y pidiendo a gritos que Dios se expresara al respecto. Dios, pues, llama a Oseas para someterse a una extraña misión, en la que el profeta establecería un paralelo en el plano natural, emulando la crisis situacional en la que la Deidad se debatiera. El pecado de la nación exigía un castigo, tanto disciplinario como punitivo; y el Dios justo no podía pasar por alto la abominable conducta de su pueblo elegido, y el juicio no debía ser postergado. Y en medio de todo ello, destaca el amor divino y su carga por perdonar y recobrar a Israel, haciendo gala de un amor tan enorme, que lo llevara a condolerse de la nación y a procurar su recobro en medio de aquella sordidez espantosa que exponía todo lo que la corrompida descendencia de Abraham albergara dentro de sí.
=== Sólo aquellos que han pasado por una situación semejante, y amaran como Dios lo hace (hablamos aquí del poder del amor ágape que sobrepasa el carnal entender y trasciende los efectos más trágicos de la infidelidad, la traición y la indecencia), serán capaces de entender el cómo el corazón divino se puede ensanchar hasta devorar toda la maldad, bebiéndose de un solo trago la ignominia a la que fuera sometido, asimilando aquel brutal zarpazo que heriría hasta la médula el amor más tierno y puro, cambiándolo en antagonismo, rechazo y repudio; desdibujando así la dulzura y el candor que antes hiciera brillar el rostro del amante Creador, trocando en llanto y en tristeza la dicha del quebrantado guardador del pacto que hoy luciera cual una marchita flor que no pareciera poder retoñar, ¡Tal era su fatídica apariencia! Y a pesar de todo ello, en sus ojos había una luz esperanzadora que nada ni nadie podría apagar, dejando ver en sus manos el precio del rescate de aquella fémina infiel que allí estaba, en el mercado de esclavos después de ser abandonada por sus hastiados amantes, que ya no encontraran en ella nada que disfrutar, viéndola envilecida en extremo, abominándola después de haberla degradado hasta ese nivel ... ¡De allí la recogió la ternura divina!