jueves, 29 de septiembre de 2016

JUAN ESTÁ DESEOSO DE QUE VALOREMOS LO QUE HEMOS RECIBIDO EN EL NIVEL CORRESPONDIENTE. SÓLO QUIENES ESTÁN LIGADOS A DIOS EN ESPÍRITU Y VERDAD, SON CAPACES DE ASUMIR SU POSICIÓN EN CALIDAD DE HIJOS DE DIOS, DE RECONOCERLA Y BENDECIRLA. TAMBIÉN SE NOS COMUNICA QUE TODO LO QUE HASTA ESE ENTONCES SE CONOCÍA ERA PARCIAL, Y QUE LO QUE DIOS NOS HA MOSTRADO SON LOS BORDES DE SUS CAMINOS.

LIMA - PERÚ  JUEVES 29 DE SETIEMBRE DEL 2016

COMENTARIO EXEGÉTICO DE PRIMERA DE JUAN

Primera de Juan 3:1-5.

"Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por eso el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro. Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley. Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él". 

*** Introducción.- Juan insiste en nuestra plena consciencia acerca de nuestra herencia, nos amonesta para que observemos a los farsantes gnósticos como engañadores, porque eso es lo que son; hace también una mención sobre la unción, haciéndonos ver al Espíritu como aquella presencia de Dios en nosotros que nos abriga, envuelve, llena y habita, cubriendo cada fase que Jesús ya compartiera con antelación como su actividad en nosotros (Jn.16:5-15), invitándonos a la permanencia con él en todo lo que corresponde a la revelación doctrinal, desarrollando nuestras confianza para poder vivir en él y con él, haciendo justicia todo el tiempo.

*** (1Jn.3:1) Nuestro panorama relacional con el Señor es presentado como nuestra filiación con él, componiendo al mismo tiempo el sentido de que Yahweh es nuestro Padre, y que somos miembros de la familia de Dios. El glorioso amor divinal; se solaza en expresar su relación con nosotros, y al llamarnos hijos suyos nos dio una identidad que el mismo cielo respeta, y que el diablo teme. Si esperabas que el mundo reconociera lo que pasa en ti, y tu realidad trascendente, debo decirte que pides demasiado; ¡A Jesús no quisieron reconocerlo! ¿Por qué a nosotros habrían de reconocernos? Sólo por nuestras obras a la sazón divina: "Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, SE MARAVILLABAN; Y LES RECONOCÍAN QUE HABÍAN ESTADO CON JESÚS. Y viendo al hombre que había sido sanado, que estaba en pie con ellos, no podían decir nada en contra" (Hch.4:13-14). ¡Me encanta esto! Y si te sigues preguntando por qué el mundo no nos conoce, te ruego que vayas al capítulo 14 del evangelio de Juan 14:15-20, 21-26; y encuentres la anhelada respuesta.



*** (1Jn.3:2) Nuevamente, Juan se recoge con nosotros para afirmar que ahora somos hijos de Dios (los que habitamos con él en los términos de la promesa, no podemos dudar de lo que él afirma aquí), y luego añade que aún no se ha manifestado lo que hemos de ser, porque entre la promesa y el cumplimiento de la misma hay términos de progresión que confirman nuestra filiación con hechos, y no solamente con nuestras palabras. Así, pues, estamos cifrados en Dios; operamos como él lo hacía mostrando el poder y la autoridad del Hijo de Dios en todo trance; y somos muy moderados y prudentes al presentar nuestra defensa ante quienes inquieran por la razón de nuestra esperanza, y el fundamento de nuestra fe (1Ti.4:6,9-10; 1Co.2:4-5; 1P.3:15). Lo que hemos de ser, apunta a la trascendencia, al cuerpo de resurrección, y al hecho de que entre Jesús y nosotros no habrá diferencia alguna (digo esto en cuanto a gloria compartida en el contexto de la congregación de primogénitos, los cuales mostrarán la gloria de su Señor y Redentor). Su manifestación hará posible que la esplendidez del acto redentivo se eche de ver en nosotros, siendo llenos de la gloria que él ostentará. El que se humilló a sí mismo hasta el clímax en su kenosis, no siente pena alguna de que usted ostente una gloria semejante a la suya, porque la plerroma tenía esa intención al llevar muchos hijos a la gloria (Fil.2:5-11; 3:20-21; He.2:10-13). Verlo como él es, será la cosa más maravillosa que experimentemos jamás ¡Aleluya! Cuando ello se dé, no habrá nada que explicar, porque veremos en nosotros su gloria y esplendidez (Job 19:23-27).


*** (1Jn.3:3) Juan, hablando con nosotros íntimamente, nos dice que el método para nuestra purificación es la continuidad en la certeza de nuestra esperanza, ubicándonos en el panorama trascendente que va más allá de las edades, y que sustenta nuestro ahora con el hecho de la divina exclamación: SOMOS HIJOS DE DIOS; y ello infiere un compromiso de la Deidad con nosotros, y de nosotros con él para la continuidad pertinente. El AHORA representa un nexo entre lo que fue y lo que será, siendo el obligado vértice para que Dios expanda su propósito entre todos los que le creen. El pensar y ocuparse en el Espíritu produce un cada vez más grande y excelente peso de gloria, cobrando la figura prometida una imagen certera que se solaza en cobrar nuestra forma, para moldear en nosotros su deseo, y que el Padre, al contemplarlo, pueda ver una exacta reproducción de su santo Hijo Jesucristo (Ro.8:5-6; 1Co.4:17-18: Ro.8:29-30).

*** (1Jn.3:4) La comisión de pecados entra una vez más a tallar, porque ello quebranta el bello paisaje que Juan nos venía pintando, hablando de nosotros como hijos de Dios (que aunque desconocidos por el mundo, no se sentían extrañados por ello, pues su Señor pasó por lo mismo a niveles extremos; y eso no evitó que él se manifestara saliendo del inframundo, venciendo a la muerte, y resucitando con la nueva vida genérica que no puede ya más morir Lc.20:36). ¿Por qué hace eso el apóstol? Para hacer énfasis en los valores de la nueva creación y su línea conductual, rechazando las demandas de la carne: y promoviendo el divino fluir como el andar del cristiano en un plano superior, y la norma divina en el concierto neocreacional. Si los que han nacido de nuevo, y tienen consciencia de ello, y participan de la guianza del Espíritu Santo en su existencia neocreacional, son en alguna manera tentados a moverse de una manera mixta, es porque no ha habido la renovación del entendimiento, y la ley no tiene ningún miramiento para quien la irrespeta, ejecutándose inmediatamente la sentencia; habiendo de buscar la redención por otros medios, y para ello se estableció la gracia, viniendo Cristo como el Cordero de Dios que quitaría el pecado del mundo (Jn.1:29). ¡No es un accidente que Juan comente estas cosas, impartiéndonos un  sano entendimiento! Infringir la ley es un asunto de vida o muerte, y en la relación con el Dios vivo, no puedes soslayarla simplemente, debiendo responder por nuestros delitos y pecados. Jesús, tenía que arreglar esto, ya.

*** (1Jn.3:5) Y aquí sale Juan con el precioso estandarte que muestra al Cordero de Dios como su naturaleza y fuerza emblemática. Su aparición o revelación tenía un motivo básico, y ese era el QUITAR NUESTROS PECADOS;  no ocultarlos o cubrirlos, sino quitarlos, y eso no tenía que ver con el ganado ovino; sino con el quitarlo de nosotros como principio activo y regular en el corazón de los humanos que anduvieran bajo la carne. El apóstol Juan, igual que lo hace Pablo en Romanos, hace notar dos aspectos: Los pecados (así en plural, hablando de nuestros hechos pecaminosos); y el pecado (en singular, como aquella naturaleza intrínseca que esclaviza a quien lo consiente, lo permite, y lo hace parte de sí mismo) constituyendo al hombre en pecador por naturaleza, y no meramente por influencia, erradicando a Dios de su vida mientras lo reemplaza con alguna religión representativa, simbólica y hueca. La realidad de la comunión divino-humana, no es simbólica; sino viva y activa; y la vida que se nos impartiera en Cristo Jesús puede, quiere y debe afectarnos; hasta hacer del pecado una cosa remota, extraña e inexistente; llenando los espacios vacíos que éste deja con una voluntad dispuesta para Dios, y el de un avance sustantivo que le haga ver que su señorío terminó (Ro.6:14).

EFRAÍN ARTURO CHÁVEZ ESPARTA   29/09/2016

1 comentario:

  1. ES IMPERATIVO QUE CADA CREYENTE RECONOZCA SU CONDICIÓN COMO HIJO DE DIOS, Y SI EL MUNDO DESCONOCE SU CONDICIÓN EN CALIDAD DE TAL, ESO ES NATURAL; NUESTRO SEÑOR TAMPOCO FUE RECONOCIDO A PESAR DE TODO LO QUE HIZO EN LA NACIÓN ESCOGIDA. HEMOS DE ESTAR CLAROS ENTRE LA PROMESA, Y EL CUMPLIMIENTO DE LA MISMA, HABIENDO RECIBIDO COMO ANTICIPO LA PRESENCIA DEL ESPÍRITU SANTO DENTRO NUESTRO. NUESTROS PECADOS QUITADOS MEDIANTE EL SACRIFICIO VICARIO DE CRISTO.

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