LIMA - PERÚ LUNES 26 DE JUNIO DEL 2017 MENSAJE # 1838
JUDAS 1_2.
"Judas, siervo de Jesucristo, y hermano de Jacobo, a los llamados, santificados en Dios Padre, y guardados en Jesucristo. Misericordia, paz y amor os sean multiplicados".
=== El autor, se identifica como el siervo o sirviente del Señor Jesucristo, revelando con ello su entendimiento en calidad de servidor del Hijo de Dios y de Dios el Padre, y que siendo movido por el Espíritu Santo para escribir al pueblo de Dios, se dirige a ellos habiendo entendido su rol en una forma específica. El honor del escritor no es menor que el honor de aquellos a los que les está escribiendo a los cuales identifica en estos términos:
(I) Llamados.- Es decir, aquellos que han sido elegidos de entre la gente del mundo para salir de lo común e inmundo, y que ha sido persuadido por el Espíritu para venir a forjar la Iglesia del Dios viviente, el Cuerpo de Cristo, o la Familia de Dios. Son aquellos que, habiendo oído el evangelio, obedecieron a Dios y se apartaron para servirle en su visión, misión y propósito; que han entendido el reino de Dios, y que se identifican con él en principios y prácticas. Si bien el llamado es hecho en una forma general, solamente los que entienden que no son bipartitos, sino que son criaturas tripartitas, pueden captar el sentido de su llamamiento y elección para que compongan el pueblo de Dios y acepten su destino regio. acomodando lo espiritual a lo espiritual, entendiendo su vocación trascendente en calidad de hijos de Dios. Cabe acotar que esto es el obrar persuasivo del Espíritu Santo abriendo nuestros ojos espirituales para que entendamos el plano de nuestra identidad, y que voluntariamente nos separemos y guardemos para Dios el Padre como su bendita heredad a nivel humano redimido.
(II) Santificados en Dios Padre.- Desde la perspectiva escritural, la santificación es tarea del Espíritu Santo, para llevarnos al nivel de aceptación en el Hijo amado mediante un trabajo progresivo que incluyera nuestra apertura al mensaje del evangelio, el que creamos al tal, que aceptemos la dádiva de amor del Padre en el Hijo, y aceptemos plenamente su gracia como algo que borra nuestro pasado, nos establece en un nuevo presente, y nos lleva y eleva plenos de esperanza para un futuro glorioso al ser hechos semejantes al Hijo de Dios, de modo que el Padre nos declare aceptos en su presencia, y nos otorgue su comunión en calidad de hijos amados. Desde la justificación, que se lograra vía la reconcilación, el Espíritu propugnó la obra santificante, pasando por la transformación, la conformación, y la santificación, para que el Padre nos incluya, y nos conceda la glorificación al lado de su Santo Hijo Jesucristo, operando en la esfera regia con los valores y los poderes del siglo venidero. Sabemos que sin la santidad, nadie verá a Dios.
(III) Guardados en Jesucristo.- Cuando se manifiesta esta verdad operativa, viene a nuestros corazones el recuerdo del Salmo 23:1-6; donde se nos describe el pastoreo del Padre, la cobertura de toda necesidad por la providencia del Padre; el apacentamiento placentero del que el Señor hace gala, nuestro completo reposo en/con él; nuestro confortamiento espiritual y anímico, y su continua guianza en senderos de justicia; su perfecta guardianía, su amparo y protección, haciendo que vivamos exentos de temor debido a su compañía; su autoridad y afabilidad en el trato llenará de aliento nuestros corazones; y a pesar de las acechanzas por parte del enemigo, nos sentimos confiados en su amparo, nos sabemos ungidos, y el gozo divino llena nuestros corazones hasta el rebosamiento; y vivimos en la clara consciencia de que tanto el bien, como la misericordia, serán nuestra compañía constante durante el trámite de nuestra peregrinación a la gloria; donde el gozo y la paz no se acabarán.
"Judas, siervo de Jesucristo, y hermano de Jacobo, a los llamados, santificados en Dios Padre, y guardados en Jesucristo. Misericordia, paz y amor os sean multiplicados".
=== El autor, se identifica como el siervo o sirviente del Señor Jesucristo, revelando con ello su entendimiento en calidad de servidor del Hijo de Dios y de Dios el Padre, y que siendo movido por el Espíritu Santo para escribir al pueblo de Dios, se dirige a ellos habiendo entendido su rol en una forma específica. El honor del escritor no es menor que el honor de aquellos a los que les está escribiendo a los cuales identifica en estos términos:
(I) Llamados.- Es decir, aquellos que han sido elegidos de entre la gente del mundo para salir de lo común e inmundo, y que ha sido persuadido por el Espíritu para venir a forjar la Iglesia del Dios viviente, el Cuerpo de Cristo, o la Familia de Dios. Son aquellos que, habiendo oído el evangelio, obedecieron a Dios y se apartaron para servirle en su visión, misión y propósito; que han entendido el reino de Dios, y que se identifican con él en principios y prácticas. Si bien el llamado es hecho en una forma general, solamente los que entienden que no son bipartitos, sino que son criaturas tripartitas, pueden captar el sentido de su llamamiento y elección para que compongan el pueblo de Dios y acepten su destino regio. acomodando lo espiritual a lo espiritual, entendiendo su vocación trascendente en calidad de hijos de Dios. Cabe acotar que esto es el obrar persuasivo del Espíritu Santo abriendo nuestros ojos espirituales para que entendamos el plano de nuestra identidad, y que voluntariamente nos separemos y guardemos para Dios el Padre como su bendita heredad a nivel humano redimido.
(II) Santificados en Dios Padre.- Desde la perspectiva escritural, la santificación es tarea del Espíritu Santo, para llevarnos al nivel de aceptación en el Hijo amado mediante un trabajo progresivo que incluyera nuestra apertura al mensaje del evangelio, el que creamos al tal, que aceptemos la dádiva de amor del Padre en el Hijo, y aceptemos plenamente su gracia como algo que borra nuestro pasado, nos establece en un nuevo presente, y nos lleva y eleva plenos de esperanza para un futuro glorioso al ser hechos semejantes al Hijo de Dios, de modo que el Padre nos declare aceptos en su presencia, y nos otorgue su comunión en calidad de hijos amados. Desde la justificación, que se lograra vía la reconcilación, el Espíritu propugnó la obra santificante, pasando por la transformación, la conformación, y la santificación, para que el Padre nos incluya, y nos conceda la glorificación al lado de su Santo Hijo Jesucristo, operando en la esfera regia con los valores y los poderes del siglo venidero. Sabemos que sin la santidad, nadie verá a Dios.
(III) Guardados en Jesucristo.- Cuando se manifiesta esta verdad operativa, viene a nuestros corazones el recuerdo del Salmo 23:1-6; donde se nos describe el pastoreo del Padre, la cobertura de toda necesidad por la providencia del Padre; el apacentamiento placentero del que el Señor hace gala, nuestro completo reposo en/con él; nuestro confortamiento espiritual y anímico, y su continua guianza en senderos de justicia; su perfecta guardianía, su amparo y protección, haciendo que vivamos exentos de temor debido a su compañía; su autoridad y afabilidad en el trato llenará de aliento nuestros corazones; y a pesar de las acechanzas por parte del enemigo, nos sentimos confiados en su amparo, nos sabemos ungidos, y el gozo divino llena nuestros corazones hasta el rebosamiento; y vivimos en la clara consciencia de que tanto el bien, como la misericordia, serán nuestra compañía constante durante el trámite de nuestra peregrinación a la gloria; donde el gozo y la paz no se acabarán.
EFRAÍN ARTURO CHÁVEZ ESPARTA 26/06/2017 MENSAJE # 1838
JUDAS DESEA DESPERTAR EN NOSOTROS LA CONSCIENCIA DE SU PERMANENTE GUARDIANÍA, SU EXCELSA BONDAD PARA NUESTRO PEREGRINAR, Y EL ASEGURARSE QUE EL ESPÍRITU MISMO NOS GUÍE HASTA LA GLORIA ETERNAL.
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