LIMA - PERÚ DOMINGO 10 DE JULIO DEL 2016
COMENTARIO EXEGÉTICO DE LA EPÍSTOLA DE PABLO A LOS ROMANOS
Romanos 3:13-20.
"Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos. Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado".
*** Ya Pablo nos reveló hasta qué punto la degradación humana ha afectado su sentido de orientación, su falta de entendimiento y su inutilidad para hacer lo que conviene según el orden divinal. Después de esto, el insano entendimiento trastorna el lenguaje y el carácter, haciéndolos emisarios del veneno que llevan dentro, expresándolo del modo más procaz. Al decir que la garganta es como un sepulcro abierto, no nos habla meramente de la halitosis orgánica, sino de la fetidez con la que el engaño los lleva a mentirse y herirse mutuamente, creando para sí mismos un ámbito ideal que califique las cosas con un lenguaje sutil y adornado, que haga ver lo sucio o lo lesivo como aceptable y convencional. ¿Por qué? Porque la comunicación tiene el lenguaje como su vínculo directo. Habiendo desechado el bien y el orden divinal, se impone el mal y su desorden habitual, el cual se hace evidente por el lenguaje maldiciente y decepcionante de quien vive en medio de la amargura, no pudiendo evitar el referirse a ella en lo que dice, dándole a las cosas un valor hipotético, variopinto y agridulce, que deje en todos una apariencia positiva.
*** Este lenguaje y sentir polivalentes propician el instinto criminal y homicida que Satán tiene por norma conductual: "...Él ha sido homicida desde el principio..." (Jn.8:44b), nos refiere Jesús al hablar de la naturaleza intrínseca del enemigo, mostrándolo tal como él es. Así, desde el lenguaje procaz y obsceno, nos vamos al andar de quienes orientan sus pasos por su asesina naturaleza, para deshacerse de lo que los objeta eliminándolos físicamente; siendo éstos quebrantados por esa maligna naturaleza, teniendo un sino desolador por ello mismo. Si la paz de los impíos sólo se consigue eliminando a sus aparentes contrincantes, no hay salida a sus crisis, porque siempre vuelven a aparecer nuevos opositores, y el círculo vicioso persiste, haciéndolos girar sobre su eje vez tras vez (Stg.4:1-4). Esta es la gente que no conoce la paz, porque eligió no andar en sus caminos; no es una aflicción que viene como un castigo divino, sino el resultado de sus decisiones y sus hechos correspondientes (Sal.36:1-2).
*** Aquí, Pablo se detiene para efectuar el análisis sobre lo que la ley divina refiere, arguyendo que lo que la ley dice, debe ser obedecido por todos los que están bajo ella (el pueblo escogido), y de ese modo, tanto gentiles como judíos tienen que cerrar la boca ante los dictámenes divinos, y quedar convictos bajo el juicio de Dios. A la sazón, el apóstol añade este pensamiento rector: Las obras de la ley no tienen por objeto el santificarnos ante Dios; sino el revelarnos la naturaleza pecaminosa en su más vívida esencialidad. A ella no le fue adjudicado el producir justicia, sino el evidenciar NUESTRA INJUSTICIA, resaltándola en letras negritas y subrayándolas doblemente.
EFRAÍN ARTURO CHÁVEZ ESPARTA 10/07/2016
"Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos. Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado".
*** Ya Pablo nos reveló hasta qué punto la degradación humana ha afectado su sentido de orientación, su falta de entendimiento y su inutilidad para hacer lo que conviene según el orden divinal. Después de esto, el insano entendimiento trastorna el lenguaje y el carácter, haciéndolos emisarios del veneno que llevan dentro, expresándolo del modo más procaz. Al decir que la garganta es como un sepulcro abierto, no nos habla meramente de la halitosis orgánica, sino de la fetidez con la que el engaño los lleva a mentirse y herirse mutuamente, creando para sí mismos un ámbito ideal que califique las cosas con un lenguaje sutil y adornado, que haga ver lo sucio o lo lesivo como aceptable y convencional. ¿Por qué? Porque la comunicación tiene el lenguaje como su vínculo directo. Habiendo desechado el bien y el orden divinal, se impone el mal y su desorden habitual, el cual se hace evidente por el lenguaje maldiciente y decepcionante de quien vive en medio de la amargura, no pudiendo evitar el referirse a ella en lo que dice, dándole a las cosas un valor hipotético, variopinto y agridulce, que deje en todos una apariencia positiva.
*** Este lenguaje y sentir polivalentes propician el instinto criminal y homicida que Satán tiene por norma conductual: "...Él ha sido homicida desde el principio..." (Jn.8:44b), nos refiere Jesús al hablar de la naturaleza intrínseca del enemigo, mostrándolo tal como él es. Así, desde el lenguaje procaz y obsceno, nos vamos al andar de quienes orientan sus pasos por su asesina naturaleza, para deshacerse de lo que los objeta eliminándolos físicamente; siendo éstos quebrantados por esa maligna naturaleza, teniendo un sino desolador por ello mismo. Si la paz de los impíos sólo se consigue eliminando a sus aparentes contrincantes, no hay salida a sus crisis, porque siempre vuelven a aparecer nuevos opositores, y el círculo vicioso persiste, haciéndolos girar sobre su eje vez tras vez (Stg.4:1-4). Esta es la gente que no conoce la paz, porque eligió no andar en sus caminos; no es una aflicción que viene como un castigo divino, sino el resultado de sus decisiones y sus hechos correspondientes (Sal.36:1-2).
*** Aquí, Pablo se detiene para efectuar el análisis sobre lo que la ley divina refiere, arguyendo que lo que la ley dice, debe ser obedecido por todos los que están bajo ella (el pueblo escogido), y de ese modo, tanto gentiles como judíos tienen que cerrar la boca ante los dictámenes divinos, y quedar convictos bajo el juicio de Dios. A la sazón, el apóstol añade este pensamiento rector: Las obras de la ley no tienen por objeto el santificarnos ante Dios; sino el revelarnos la naturaleza pecaminosa en su más vívida esencialidad. A ella no le fue adjudicado el producir justicia, sino el evidenciar NUESTRA INJUSTICIA, resaltándola en letras negritas y subrayándolas doblemente.
EFRAÍN ARTURO CHÁVEZ ESPARTA 10/07/2016
LA REALIDAD ESPIRITUAL, CON SU PESO ESPECÍFICO, DERRUMBA LOS PLANTEAMIENTOS DE LOS HIPÓCRITAS, Y LOS UBICA DENTRO DE SU PLANO GENÉRICO, HACIENDOLES VER QUE NO SON MEJORES QUE LOS DEMÁS, Y QUE ESTÁN BAJO CONDENACIÓN.
ResponderEliminar