LIMA - PERÚ MIÉRCOLES 03 DE AGOSTO DEL 2016
COMENTARIO EXEGÉTICO DE LA EPÍSTOLA DE PABLO A LOS ROMANOS
Romanos 8:1-2.
"Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte".
*** Introducción.- El efectivo autoanálisis de quien se hallara el borde del colapso, y llegara a una conclusión de doble y contradictoria perspectiva, es traída aquí, para revelarnos que las dos leyes hasta aquí presentadas, enmarcándolo todo supuestamente, han ignorado olímpicamente una tercera ley deliberante que nos ubica en el contexto real de todo lo que Dios ya había preparado para que su propósito se cumpliera a su sazón.
*** (Ro.8:1a) El apóstol ingresa a este capítulo asegurándonos que no existe sentencia alguna para quienes están incluidos en Cristo Jesús, es decir, a los que se identificaron con él en una forma plena: con su muerte, sepultación y resurrección; indicando aquí su propio deceso, su desaparición, y su reaparición con una naturaleza diferente que lo fundiría con Dios en una bendita unidad binaria que no conocería fin, uniéndose con Jesús al plano eternal. Allí, la muerte programada por desobediencia y rebeldía contra la ley, no los puede alcanzar, habiendo salido de esa esfera natural, e ingresado a la sobrenatural y trascendente.
*** (Ro.81b) La adición de la parte "b" de este verso (bajo una discusión que hasta hoy no concluye, y en la que no nos incluiremos), no hace sino reflejar lo que sería el andar de los hijos de Dios bajo los auspicios de una vida que por su trascendencia, atraviesa el velo dimensional común, y se perfila hacia el futuro que compone la eternidad en su naturaleza intemporal e infinita que no reconoce ayeres condenables, y que navega gozosa en el océano sin límites de la divina aceptación. Estar en Cristo Jesús nos ofrece un contacto pleno con la Deidad, semejante al del feto que crece en el vientre materno, que es alumbrado en plena virtud, que vive una vida que Dios aprueba desde el principio hasta el fin; que pasa por la muerte sin ser retenido por ella; que salva perpetuamente a los que en él confían; que lleva a todos a la gloria, y que los conserva en una dignidad celestial que asegura que todo lo que vendrá, permanecerá para siempre.
*** (Ro.8:2) Y aquí es donde el apóstol Pablo nos introduce en LA TERCERA LEY, la misma que prevalece cómodamente contra todo aquello que no fuéramos capaces de vencer con el auxilio de nuestra carne religiosa, de ritos y tradiciones de vacía significación, y de vanos esfuerzos de anímicos y biológicos intentos (Hch.13:38-39). Entendamos que la carne religiosa y ególatra no va a aceptar sin oposición el triunfo sin alguna porción de gloria, aunque fuera mínima, siendo esto algo que el Salvador habrá de remontar para alcanzarnos con su Señorío, y éste, nos lleve a un plano santificante que ponga al Señor en alto, mientras nosotros menguamos durante el trámite del mismo.
*** Veamos lo que el apóstol nos comparte para que alcancemos un cabal entendimiento sobre las nuevas condiciones operativas que nos permitan prevalecer sobre toda oposición del enemigo, de nuestro interior, y del mundo:
(I) "PORQUE LA LEY DEL ESPÍRITU DE VIDA EN CRISTO JESÚS" (aquí somos confrontados de nuevo con la regla o norma constante e invariable de las cosas) que está operando en el corazón y la mente del santo redimido, comunicándole la esencialidad de lo que Dios ha hecho por él para su total transformación y conformación, santificación y redención. La vida resucitada de Cristo es la que contiene, mantiene y sostiene nuestra fusión con la Deidad en su plenitud utilitaria.
(II) "ME HA LIBRADO DE LA LEY DEL PECADO Y DE LA MUERTE". En este versículo encontramos una realidad espiritual que muchos mencionan y que pocos disfrutan, porque un muy delgado velo separa la confesión de las bocas, de la realidad espiritual que se vive y goza en Jesús. La primera ley, o LEY DE LA MENTE, nos llevaba a aceptar lo referido por Dios como algo cierto, bueno y útil; la segunda ley, o LEY DEL PECADO EN NUESTROS MIEMBROS, nos revelaba nuestra debilidad en cuanto a la certeza actuante de dicha esperanza, diluyéndose la misma ante el embate de los dichos y hechos del enemigo, dándole a éste la victoria, inhibiendo nuestra confesión, impidiendo su exhalación, adormeciendo toda intención, y anulando su determinación para la definida y definitiva acción.
(III) Esta tercera ley, o LEY DEL ESPÍRITU DE VIDA EN CRISTO JESÚS, desgarra ese velo que interrumpía a lo santo el ingresar en la santísima esfera, donde todo el poder de Dios, nos devolviera a la comunión con el Padre, vía la realidad de nuestra redención (Propiciatorio); y también nos otorgaría la plena consciencia de estar siendo sustentados por el Pan de Vida (Maná), La santidad solicitada por el Padre (La Ley cumplida por la fe); y el vivir en un plano superior y resurrecto (por la Vara de Aarón que reverdeció). Al desaparecer el influjo de la segunda ley (del pecado y de la muerte), la primera de ellas (la ley de mi mente) encuentra libre el camino para la realización del plan y el propósito divinales (mediante la tercera ley (la del Espíritu de Vida en Cristo Jesús). Así, pues, lo que estaba vetado, llevándonos a una resignación dual, deja de ser nuestra realidad, y el deseo de nuestros corazones se hace posible por la unidad de la mente y del Espíritu que nos daría la ideal y espiritual realización.
"Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte".
*** Introducción.- El efectivo autoanálisis de quien se hallara el borde del colapso, y llegara a una conclusión de doble y contradictoria perspectiva, es traída aquí, para revelarnos que las dos leyes hasta aquí presentadas, enmarcándolo todo supuestamente, han ignorado olímpicamente una tercera ley deliberante que nos ubica en el contexto real de todo lo que Dios ya había preparado para que su propósito se cumpliera a su sazón.
*** (Ro.8:1a) El apóstol ingresa a este capítulo asegurándonos que no existe sentencia alguna para quienes están incluidos en Cristo Jesús, es decir, a los que se identificaron con él en una forma plena: con su muerte, sepultación y resurrección; indicando aquí su propio deceso, su desaparición, y su reaparición con una naturaleza diferente que lo fundiría con Dios en una bendita unidad binaria que no conocería fin, uniéndose con Jesús al plano eternal. Allí, la muerte programada por desobediencia y rebeldía contra la ley, no los puede alcanzar, habiendo salido de esa esfera natural, e ingresado a la sobrenatural y trascendente.
*** (Ro.81b) La adición de la parte "b" de este verso (bajo una discusión que hasta hoy no concluye, y en la que no nos incluiremos), no hace sino reflejar lo que sería el andar de los hijos de Dios bajo los auspicios de una vida que por su trascendencia, atraviesa el velo dimensional común, y se perfila hacia el futuro que compone la eternidad en su naturaleza intemporal e infinita que no reconoce ayeres condenables, y que navega gozosa en el océano sin límites de la divina aceptación. Estar en Cristo Jesús nos ofrece un contacto pleno con la Deidad, semejante al del feto que crece en el vientre materno, que es alumbrado en plena virtud, que vive una vida que Dios aprueba desde el principio hasta el fin; que pasa por la muerte sin ser retenido por ella; que salva perpetuamente a los que en él confían; que lleva a todos a la gloria, y que los conserva en una dignidad celestial que asegura que todo lo que vendrá, permanecerá para siempre.
*** (Ro.8:2) Y aquí es donde el apóstol Pablo nos introduce en LA TERCERA LEY, la misma que prevalece cómodamente contra todo aquello que no fuéramos capaces de vencer con el auxilio de nuestra carne religiosa, de ritos y tradiciones de vacía significación, y de vanos esfuerzos de anímicos y biológicos intentos (Hch.13:38-39). Entendamos que la carne religiosa y ególatra no va a aceptar sin oposición el triunfo sin alguna porción de gloria, aunque fuera mínima, siendo esto algo que el Salvador habrá de remontar para alcanzarnos con su Señorío, y éste, nos lleve a un plano santificante que ponga al Señor en alto, mientras nosotros menguamos durante el trámite del mismo.
*** Veamos lo que el apóstol nos comparte para que alcancemos un cabal entendimiento sobre las nuevas condiciones operativas que nos permitan prevalecer sobre toda oposición del enemigo, de nuestro interior, y del mundo:
(I) "PORQUE LA LEY DEL ESPÍRITU DE VIDA EN CRISTO JESÚS" (aquí somos confrontados de nuevo con la regla o norma constante e invariable de las cosas) que está operando en el corazón y la mente del santo redimido, comunicándole la esencialidad de lo que Dios ha hecho por él para su total transformación y conformación, santificación y redención. La vida resucitada de Cristo es la que contiene, mantiene y sostiene nuestra fusión con la Deidad en su plenitud utilitaria.
(II) "ME HA LIBRADO DE LA LEY DEL PECADO Y DE LA MUERTE". En este versículo encontramos una realidad espiritual que muchos mencionan y que pocos disfrutan, porque un muy delgado velo separa la confesión de las bocas, de la realidad espiritual que se vive y goza en Jesús. La primera ley, o LEY DE LA MENTE, nos llevaba a aceptar lo referido por Dios como algo cierto, bueno y útil; la segunda ley, o LEY DEL PECADO EN NUESTROS MIEMBROS, nos revelaba nuestra debilidad en cuanto a la certeza actuante de dicha esperanza, diluyéndose la misma ante el embate de los dichos y hechos del enemigo, dándole a éste la victoria, inhibiendo nuestra confesión, impidiendo su exhalación, adormeciendo toda intención, y anulando su determinación para la definida y definitiva acción.
(III) Esta tercera ley, o LEY DEL ESPÍRITU DE VIDA EN CRISTO JESÚS, desgarra ese velo que interrumpía a lo santo el ingresar en la santísima esfera, donde todo el poder de Dios, nos devolviera a la comunión con el Padre, vía la realidad de nuestra redención (Propiciatorio); y también nos otorgaría la plena consciencia de estar siendo sustentados por el Pan de Vida (Maná), La santidad solicitada por el Padre (La Ley cumplida por la fe); y el vivir en un plano superior y resurrecto (por la Vara de Aarón que reverdeció). Al desaparecer el influjo de la segunda ley (del pecado y de la muerte), la primera de ellas (la ley de mi mente) encuentra libre el camino para la realización del plan y el propósito divinales (mediante la tercera ley (la del Espíritu de Vida en Cristo Jesús). Así, pues, lo que estaba vetado, llevándonos a una resignación dual, deja de ser nuestra realidad, y el deseo de nuestros corazones se hace posible por la unidad de la mente y del Espíritu que nos daría la ideal y espiritual realización.
EFRAÍN ARTURO CHÁVEZ ESPARTA 03/08/2016
ES IMPERATIVO QUE CADA CREYENTE SE MOLESTE EN CONOCER LA REVELACIÓN COMPLETA DE LO QUE ES EL ANDAR EN EL ESPÍRITU, EL VIVIR EN CRISTO, Y DEL TRIUNFO SOBRE LAS ATADURAS QUE COMPONÍAN LA LEY DEL PECADO Y DE LA MUERTE. LA TERCERA LEY, LA DEL ESPÍRITU DE VIDA EN CRISTO JESÚS, VA A SER PROCLAMADA CON GRAN EXACTITUD, PARA QUE NINGUNA DUDA GANE NUESTROS CORAZONES, Y EN COMPLETA LIBERTAD, NOS GOCEMOS DE LA GRACIA DE DIOS EN PLENITUD.
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