LIMA - PERÚ VIERNES 27 DE MAYO DEL 2016
COMENTARIO EXEGÉTICO DE LA PRIMERA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PEDRO.
Primera de Pedro 1:1-5.
"Pedro, apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas. Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero".
*** Como es clásico de las salutaciones hebraicas, el autor signa su escrito para una plena identificación, añadiendo su posición en el Señor para el reconocimiento de su autoridad espiritual, y del sentido con que él les escribe. A continuación, se mencionan los destinatarios en la jurisdicción correspondiente al Asia menor (exceptuando a Cilicia), donde se hallaran los que Pedro considera como expatriados, implicando que mantenían su identidad original aunque moraran en otra jurisdicción, como pasa con todos los miembros del cuerpo de Cristo en donde estén.
*** Al mencionar su posición en el Señor, el apóstol apela a la trina participación de la Deidad, cada una dentro de su contexto, mencionando la ELECCIÓN como su premisa básica, y hecho que nunca debieran olvidar independientemente de su posición geográfica. La PRESCIENCIA DIVINA (el antelado conocimiento de todo antes que se vea lo actuado en la cronología humana siguiendo la perspectiva de la divina intención en cuanto a su propósito, revelando el corazón del Padre); la SANTIFICACIÓN DEL ESPÍRITU (apuntando a la consigna procesal que haga de nosotros la clase de gente que Dios Padre pueda aceptar en su presencia, en la hermosura de la santidad). La perfecta obra del Espíritu nos hace criaturas obedientes al proceso divinal, y nos hace aptos para ser ROCIADOS CON LA SANGRE DE JESUCRISTO (y esto se refiere al plano de ser abarcados en el panorama redentivo, hasta ser absorbidos por la vida del Hijo, y empapados de ella para los logros pertinentes en su calidad neocreacional).
*** La gracia (todo lo que recibimos y recogimos de Dios para convalidar su obra en nosotros para el plano eternal), y la paz (como el estado de placidez que nos mantiene en contacto con la celeste esfera, disfrutando de una comunión ininterrumpida), nos serían multiplicadas por el deseo apostólico, avivando así el gozo de una armonía espiritual que rime con el divino fluir. Esta porción nos permite saber hasta qué punto nuestra comunión con la Deidad se hace efectiva, pues la consciencia de la elección nos hace saber que siempre estuvimos en el corazón del Padre, que somos para él algo especial y único, razón por la cual nos separara para su gozo y placer, santificándonos, y haciendo notorio para él, para el diablo y para nosotros; por la sangre derramada; que nos adquirió mediante el pago de un precio, haciendo innegable nuestra posición en calidad de redimidos y de hijos amados. ¡Magistral ministración, querido Peter!
*** Aquí, el corazón del apóstol Pedro se une al nuestro para bendecir al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien apelara a su misericordioso corazón para ubicarnos en gloria a través del nuevo nacimiento, colocando en nuestras conciencias una ESPERANZA VIVA que se evidenciara mediante la resurrección (la vida genérica que no puede ya más morir según Lucas 20:35-38). Ello es lo que hace de nuestra herencia algo incorruptible (que no se deteriora, ni se corrompe, ni se destruye), incontaminada (no hay forma para que ésta se mezcle o se combine con nada que no corresponda a su esfera, encapsulada en su realidad trascendente e intocable), e inmarcesible (que no se aja, no pierde su lozanía, no se deslustra, no se opaca, no pierde su apariencia original, manteniéndose incólume); y que reposa expectante sobre el acojinado corazón de la Deidad para entregárnosla en el día de nuestra unión conyugal con él.
*** De este lado del velo, el Señor nos ha blindado dentro de su caja de caudales, guardándonos por ese poder divinal que denominamos e identificamos como nuestra fe, la misma que se extiende de principio a fin, alcanzando la plenitud que Dios aparejara para nosotros en el día postrero.
EFRAÍN ARTURO CHÁVEZ ESPARTA 27/05/2016
EL APÓSTOL PEDRO, DESDE EL PRINCIPIO DE ESTA EPÍSTOLA, PROPONE LA CERTEZA DE LA ESPERANZA POR LA OBRA COMPLETA DE NUESTRA REDENCIÓN, LA MISMA QUE ES DESCRITA PASO A PASO A TRAVÉS DEL TRINO OBRAR DE LA DEIDAD, LLENANDO NUESTROS CORAZONES DE UNA BENDITA Y SEGURA EXPECTATIVA.
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