LIMA - PERÚ DOMINGO 29 DE MAYO DEL 2016
COMENTARIO EXEGÉTICO DE LA PRIMERA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PEDRO
Primera de Pedro 1:10-16.
"Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos. A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles. Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo".
*** (1P.1:10a) La peculiaridad de la gracia, como dispensación y doctrina, llamó profundamente la atención de los ministros proféticos de épocas idas, los mismos que se quedaran sorprendidos por la magnitud peculiar de lo que la divina bondad ofrecía, era y significaba. Pedro nos revela que los tales se dedicaron a un análisis exhaustivo de tan magnífica dotación que llegara gratuitamente hasta nosotros, constituyéndonos en hijos y herederos del Padre. ¿Cómo podía darse algo semejante? Necesitaban una explicación coherente y satisfactoria que los persuadiera de que algo así fuera posible. Los que vivieran atados al legalismo, y asumieran que su grado de "Aceptación Paternal" tenía que ver con su autojusticia, no podían darle crédito a tal oferta celestial, porque todo su sentido de autojustificación colapsaria, no habiendo entendido el por qué de los sacrificios añadidos con posterioridad a la data de la ley, que fueran tan torpemente interpretados, mirándolo algunos como una "dispensa divinal", o una "licencia para pecar"; como algunos hoy asumen la gracia, no entendiendo que ésta busca ponerle un fin a la prevaricación, y no a apoyar la continuidad del pecado (Dn.9:24).
*** (1P.1:10b-11) Ser alguien que Dios usara para profetizar y compartir la gracia divina para los tiempos postreros, llenó de sorpresa y curiosidad a los heraldos de la misma, y cuando Pedro se refiere a ella, la denomina ESTA SALVACIÓN (la sinonimia divina posee esa peculiaridad, haciendo que nuestro entendimiento se amplíe). Tal entendimiento del hecho requería dos especificaciones: (1) Qué PERSONA; (2) Qué TIEMPO; el cual habría de responder por el ESPÍRITU DE CRISTO que habitara en ellos, anunciando dos cosas específicas también: (I) Los sufrimientos de Cristo; (II) Las glorias que vendrían tras ellos (Hch.3:18-24). Un cristiano genuino no debe contentarse con los bordes de los caminos del Señor, sino que debe tornarse un bendito y acucioso investigador de las realidades espirituales (Job 26:14; Hch.17:11; Jn.5:39). Si a los profetas de antaño esto los ponía ansiosos, a nosotros, debiera encendernos para alcanzar un pleno entendimiento.
*** (1P.1:12) Los profetas de antaño no se limitaron a curiosear, sino que indagaron hasta que el mismo Señor les reveló que toda esta carga profética que ellos administraban con fidelidad no era para ellos, sino para nosotros, que hemos alcanzado los últimos tiempos que se iniciaran con la muerte, sepultación y resurrección de nuestro Señor y Salvador: JESUCRISTO. Después de todo ello, y del derramamiento del Espíritu Santo, el evangelio ha sido predicado por los apóstoles del Señor como una realidad tangible en la que los ángeles ansían mirar (tanto los buenos: Ap.16:6-7; como los malos: 1Co.2:6-8). Los herederos, las miramos, nos admiramos, y lo disfrutamos ¡Aleluya!
*** (1P.1:13) Aquí el autor nos llama a:
(I) Ceñir los lomos de nuestro entendimiento (fajarse para la faena revelacional, de modo que la entendamos y nos movamos en ella para su plena realización);
(II) Ser sobrios (el mantener la visión, la perspectiva y el equilibrio hasta que la obra se haya completado, no "mareándonos" con los éxitos iniciales, porque estamos en una campaña que exige que estemos constantemente alertas y aparejados para cualquier contingencia);
(III) Esperar en aquella gracia que se nos compartiera, entendiendo que la bondad divina; y no la meritocracia; es la que la torna funcional y efectiva. La gracia actuante es la que radica en nosotros para avanzar invictos hasta la gloria misma; la gracia que recibimos, nos puso en ella y nos empoderó basándonos en las promesas; con la mira de que esta misma gracia nos haga partícipes de la naturaleza divinal en lo que a la santidad se refiere.
*** La plena manifestación del Señor Jesucristo es el resultado de negarnos a nosotros mismos, hasta que haya surgido una plena integración o fusión con él, amalgamándonos con él en principios y prácticas, según Fil.3:20-21; Col.3:1-4; 1Jn.4:17).
*** (1P.1:14-16) La realización espiritual nos llama a identificarnos con la naturaleza divina en la que hemos sido incluidos, habiendo sido previamente llenados de la vida de arriba por el Espíritu Santo que nos fue dado; por la inclusión en el cuerpo de Cristo como una intrínseca realidad esencial; por la renovación de nuestro entendimiento, cediendo al impulso del Paracleto en cuanto al agrado divino, quien está escribiendo en nosotros los códigos de su santa naturaleza, programándonos para un servicio excelente en todos los aspectos inherentes a la vida que a Dios agrada.
EFRAÍN ARTURO CHÁVEZ ESPARTA 29/05/2016
"Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos. A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles. Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo".
*** (1P.1:10a) La peculiaridad de la gracia, como dispensación y doctrina, llamó profundamente la atención de los ministros proféticos de épocas idas, los mismos que se quedaran sorprendidos por la magnitud peculiar de lo que la divina bondad ofrecía, era y significaba. Pedro nos revela que los tales se dedicaron a un análisis exhaustivo de tan magnífica dotación que llegara gratuitamente hasta nosotros, constituyéndonos en hijos y herederos del Padre. ¿Cómo podía darse algo semejante? Necesitaban una explicación coherente y satisfactoria que los persuadiera de que algo así fuera posible. Los que vivieran atados al legalismo, y asumieran que su grado de "Aceptación Paternal" tenía que ver con su autojusticia, no podían darle crédito a tal oferta celestial, porque todo su sentido de autojustificación colapsaria, no habiendo entendido el por qué de los sacrificios añadidos con posterioridad a la data de la ley, que fueran tan torpemente interpretados, mirándolo algunos como una "dispensa divinal", o una "licencia para pecar"; como algunos hoy asumen la gracia, no entendiendo que ésta busca ponerle un fin a la prevaricación, y no a apoyar la continuidad del pecado (Dn.9:24).
*** (1P.1:10b-11) Ser alguien que Dios usara para profetizar y compartir la gracia divina para los tiempos postreros, llenó de sorpresa y curiosidad a los heraldos de la misma, y cuando Pedro se refiere a ella, la denomina ESTA SALVACIÓN (la sinonimia divina posee esa peculiaridad, haciendo que nuestro entendimiento se amplíe). Tal entendimiento del hecho requería dos especificaciones: (1) Qué PERSONA; (2) Qué TIEMPO; el cual habría de responder por el ESPÍRITU DE CRISTO que habitara en ellos, anunciando dos cosas específicas también: (I) Los sufrimientos de Cristo; (II) Las glorias que vendrían tras ellos (Hch.3:18-24). Un cristiano genuino no debe contentarse con los bordes de los caminos del Señor, sino que debe tornarse un bendito y acucioso investigador de las realidades espirituales (Job 26:14; Hch.17:11; Jn.5:39). Si a los profetas de antaño esto los ponía ansiosos, a nosotros, debiera encendernos para alcanzar un pleno entendimiento.
*** (1P.1:12) Los profetas de antaño no se limitaron a curiosear, sino que indagaron hasta que el mismo Señor les reveló que toda esta carga profética que ellos administraban con fidelidad no era para ellos, sino para nosotros, que hemos alcanzado los últimos tiempos que se iniciaran con la muerte, sepultación y resurrección de nuestro Señor y Salvador: JESUCRISTO. Después de todo ello, y del derramamiento del Espíritu Santo, el evangelio ha sido predicado por los apóstoles del Señor como una realidad tangible en la que los ángeles ansían mirar (tanto los buenos: Ap.16:6-7; como los malos: 1Co.2:6-8). Los herederos, las miramos, nos admiramos, y lo disfrutamos ¡Aleluya!
*** (1P.1:13) Aquí el autor nos llama a:
(I) Ceñir los lomos de nuestro entendimiento (fajarse para la faena revelacional, de modo que la entendamos y nos movamos en ella para su plena realización);
(II) Ser sobrios (el mantener la visión, la perspectiva y el equilibrio hasta que la obra se haya completado, no "mareándonos" con los éxitos iniciales, porque estamos en una campaña que exige que estemos constantemente alertas y aparejados para cualquier contingencia);
(III) Esperar en aquella gracia que se nos compartiera, entendiendo que la bondad divina; y no la meritocracia; es la que la torna funcional y efectiva. La gracia actuante es la que radica en nosotros para avanzar invictos hasta la gloria misma; la gracia que recibimos, nos puso en ella y nos empoderó basándonos en las promesas; con la mira de que esta misma gracia nos haga partícipes de la naturaleza divinal en lo que a la santidad se refiere.
*** La plena manifestación del Señor Jesucristo es el resultado de negarnos a nosotros mismos, hasta que haya surgido una plena integración o fusión con él, amalgamándonos con él en principios y prácticas, según Fil.3:20-21; Col.3:1-4; 1Jn.4:17).
*** (1P.1:14-16) La realización espiritual nos llama a identificarnos con la naturaleza divina en la que hemos sido incluidos, habiendo sido previamente llenados de la vida de arriba por el Espíritu Santo que nos fue dado; por la inclusión en el cuerpo de Cristo como una intrínseca realidad esencial; por la renovación de nuestro entendimiento, cediendo al impulso del Paracleto en cuanto al agrado divino, quien está escribiendo en nosotros los códigos de su santa naturaleza, programándonos para un servicio excelente en todos los aspectos inherentes a la vida que a Dios agrada.
EFRAÍN ARTURO CHÁVEZ ESPARTA 29/05/2016
LA SOLIDEZ DE LA VIDA CRISTIANA, ES EL RESULTADO DEL INTRÍNSECO CONOCIMIENTO DE LAS REALIDADES ESPIRITUALES EN LAS QUE SOMOS LLAMADOS A CAMINAR. EL LLAMAMIENTO A LA SANTIDAD NO PUEDE SER SOSLAYADO POR NINGUNO DE LOS SIERVOS DE DIOS, PUES EL MISMO ES EL SÍMBOLO DE LA DIVINA ACEPTACIÓN, Y LA CERTEZA DE QUE LE VEREMOS TAL COMO ÉL ES.
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