LIMA - PERÚ LUNES 30 DE MAYO DEL 2016
COMENTARIO EXEGÉTICO DE LA PRIMERA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PEDRO.
Primera de Pedro 1:17-23.
"Y si invocáís por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios. Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre".
*** (1P.1:17) Un genuino sentir de la PATERNIDAD DIVINA, que nos hace invocarle en calidad de tal, ha de llevarnos cautivos a la plena obediencia a su voluntad soberana. El Padre no tiene favoritismos para con nadie, ni opera desigualmente entre uno y otro, sino que nos hace sus demandas a título personal, exigiendo que su temor no desaparezca de nuestros corazones, sino que se mantenga como una norma conductual que nos inste a la obediencia durante todo el trámite de nuestra peregrinación. Conscientes de que cada uno dará a Dios cuenta de sí (Ro.14:12), hemos de obrar en conformidad con la voluntad divina, pues ello nos constituirá en colaboradores de Dios con un alto sentido del deber en lo tocante a nuestra suerte espiritual y eterna.
*** (1P.1:18-19) Nuestro estilo de vida, heredado de nuestros ancestros, que no conocían a Dios, nos llevaron a una existencia vacía y sin propósito más allá del ciclo evolutivo clásico: nacer, crecer, reproducirse y morir; venerando a los ídolos, y condenándonos a una muerte eternal por permanecer ajenos a la vida de Dios; exigían a éste el pago de un rescate, para el que el oro y la plata no fueran suficientes dada su corruptibilidad, precisando algo cuyo valor no pudiera ser rebatido o invalidado: LA SANGRE PRECIOSA DE CRISTO, siendo en figura un Cordero sin mancha ni contaminación, idóneo para obtener eterna redención para toda la humanidad en su acordada cronología. El apóstol Pedro destaca la pureza sin mácula del Cordero, no habiendo en él nada que se hubiera contaminado, entregándose a Dios en su naturaleza impoluta para su entera satisfacción.
*** (1P.1:20-21) Todo lo que históricamente se daba, debía retratar con fidelidad el acuerdo previo divinal en la eternidad pasada, antes que el mundo fuera fundado, reservándose el Señor el derecho soberano de mostrarlo en las edades en el momento que él juzgara conveniente, forjando así los tiempos postreros, representados por los tres brazos izquierdos del Menorah, apuntando al cubrimiento de su voluntad al abarcar a los gentiles, y restaurar a la nación elegida en el contexto de su idealidad. Pedro nos revela que el motivo por el cual Dios mantuvo hasta ese momento el manifestar al Cordero de Dios en su excelsa posición, fue su amor por nosotros, haciendo posible nuestra conversión por la gracia extendida, enfatizando (como es clásico de Pedro) el aspecto principal de la resurrección, y de la ascensión del Mesías a la gloria, para que nuestra fe (grado de aceptación del divino obrar) y nuestra esperanza (la certeza dentro del panorama de fe que se nos extendiera), capitalizaran el divino favor a nuestra cuenta poniéndole el sello de seguridad a la misma.
*** (1P.1:22) Al Señor no le basta que algo esté limpio exteriormente, sino que aboga por la purificación, que lleva hasta el clímax su trabajo de amor, haciéndonos dignos de habitar en su presencia. ¿Y cómo es que se logra eso? Por una continua obediencia a la verdad mediante seguir sujetos al obrar del Espíritu en nosotros, el cual se manifiesta mediante el amor fraternal y corporativo que nos hace uno con Dios. La autenticidad de ese amor fraterno no tiene que ver con gestos eventuales, meramente; sino con la continuidad del plano relacional familiar exaltando a Dios en el contexto de nuestro fluir corporativo, mostrando con nuestra actividad eclesial que somos conscientes de nuestra filiación en el Señor, y que somos dichosos al manifestarlo de continuo.
*** (1P.1:23) Lo que se manifiesta en nosotros, como sujetos renacidos, o nacidos de nuevo, revela la simiente nueva e incorruptible que vive y se activa en nosotros, dado que la Palabra de Dios tiene un efecto permanente sobre las realidades que nos fueran impartidas, y que nosotros exhalamos y manifestamos en la gloria neocreacional que nos identifica, posee el sello de lo permanente e incambiable, revelando su naturaleza perenne e inmutable.
EFRAÍN ARTURO CHÁVEZ ESPARTA 30/05/2016
SI HABLAMOS DE UNA PATERNIDAD PLURAL (PADRE NUESTRO) QUEDA SOBREENTENDIDA LA FILIACIÓN DE LOS QUE FORMAN PARTE DE LA MISMA, HABIENDO DE FORJAR UNA FIGURA FAMILIAR QUE A TODOS NOS ATAÑE Y QUE NOS RESPONSABILIZA PARA QUE LA MISMA PERSISTA EN EL MEJOR DE LOS ÁNIMOS, Y BAJO LA GUIANZA DEL ESPÍRITU SANTO.
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