lunes, 23 de mayo de 2016

TANTO LA MURMURACIÓN, COMO LA JACTANCIA, SON OBSERVADAS AQUÍ COMO PECADOS RECURRENTES EN LAS MENTES Y CORAZONES QUE RECHAZAN EL ENTRENAMIENTO ESPIRITUAL DISCIPULAR, Y AHHELAN UNA VIDA RELIGIOSA NO ESPIRITUAL, QUERIENDO MOVERSE A SU SAZÓN MIENTRAS IGNORAN LA AUTORIDAD DIVINA Y LA DE SUS REPRESENTANTES A NIVEL ECLESIAL. MADUREMOS, AMADOS HERMANOS.

LIMA - PERÚ   LUNES 23 DE MAYO DEL 2016

COMENTARIO EXEGÉTICO DE LA EPÍSTOLA DE SANTIAGO

Santiago 4:11-17.

"Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro? ¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a  tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia es mala; y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado".

*** (Introducción) ¿Han notado cómo cada vez que Santiago entra en algún tópico distinto utiliza la expresión: "Hermanos", o "hermanos míos" (esta es la novena vez que lo hace entre las catorce que lo hará), indicando su identificación filial más que ministerial, mostrando una naturaleza paternal y fraterna en todo su fluir. Ministros, aprendamos de nuestro amado hermano Santiago el trato amistoso y fraterno con el que debemos hablar a nuestros hermanos, no haciendo prevalecer nuestro nivel autotitativo, sino el afecto fraternal que invita al diálogo y se abre al plano familiar y fraterno.

*** (Stg.4:11-12) Eventualmente pensamos que si hablamos en voz baja, o en secreto, nuestra intención deja de ser maligna, pretendiendo ignorar el sentido prejuicioso y pernicioso de nuestra insidia, misma que parece inofensiva, pero que busca demeritar, cuestionar y hasta perjudicar la esfera de influencia de los dirigentes espirituales, preludiando una división incitando a la rebelión. Mas la murmuración, aunque sea minúscula y susurrante, cuestiona a la ley y a quien la dio, poniendo en el tapete la justicia y equidad divinal, arguyendo hipotéticos errores divinos, afrentando al Dios vivo ¡Esto es algo delicado y peligroso en grado sumo! ¿Usurpamos divinas funciones? El Padre es la única autoridad deliberante, y sobre el particular no pidió nuestro consejo u opinión.

*** (Stg.4:14) Del prejuicio individual y fraterno, que cuestiona la divina elección y su panorama soberano, el autor pasa al plano de la jactancia que ignora a la Deidad, y pretende conocer su destino como algo que él mismo estipula con la fuerza de un decreto que el Padre no confirma ni regula por ser ajeno a su visión y perspectiva. ¡Dios no está obligado a satisfacer nuestros caprichos o veleidades! Su soberana voluntad es declarada por su Palabra, sin que intervengan salvedades basadas en furtivas interrupciones de sus "engreídos", queriendo enmendarle la plana o manipularlo soberbiamente. Muchos negocios, matrimonios y romances, intentos y proyecciones, caen dentro de esta petulancia nuestra, suponiendo el aval divino como algo sobreentendido, aunque no haya sido solicitado, presentado ni acordado; creyendo que nuestro instinto, impulso y apetito, bastan para una cabal confirmación; pero esta no es la norma divina, ni la forma como se consigue que todo funcione según nuestra sazón.

*** (Stg.4:15-16) Santiago nos devuelve una vez más al sentido común y correcto de las cosas, interponiendo la divina sazón como la constante que debe guiar nuestros pasos, y no como algo que incida casualmente en el trámite de nuestra aventura económica, sentimental, social, o de otro orden. La jactancia, que es la hija del orgullo, nos torna pretenciosos y obstinados, desechando así toda prudencia, y cualquier opinión que contraríe nuestras miras o nos desvíe del punto focal al que hemos decidido dedicarnos. Santiago nos dirá categóricamente que ¡TODA JACTANCIA ES MALA!

*** Detenernos un momento para buscar los considerandos divinos, no debe enojarnos, o ser una molestia adicional que teme algún revés, que al igual que Acab vive molesto con Micaías por  "profetizarle mal todo el tiempo" (1R.22:1-8). Si somos claramente conscientes del orden divino, ¿por qué no lo ejecutamos? ¿Tememos la frustración; o entendemos que lo que buscamos no es conforme a la voluntad divina? Nuestra consciencia del bien divinal, y del correcto andar en el Espíritu, nos debe llevar a converger con el célico propósito; y no a luchar contra él. El pecado trae siempre nefastas consecuencias, y más aún para los obcecados. ¡Alerta, creyentes!


EFRAÍN ARTURO CHÁVEZ ESPARTA  23/05/2016

1 comentario:

  1. EL LLAMAMIENTO CONSTANTE A LA CORDURA Y EL JUICIO PARA EJECUTAR LA VOLUNTAD DIVINA, CONFORME A LO REVELADO POR EL SEÑOR, NOS ES PRESENTADO POR SANTIAGO, QUIEN NOS IMPARTE SABIOS CONSEJOS SOBRE LO QUE LA VIDA CRISTIANA ES Y REPRODUCE SEGÚN LO PROGRAMADO POR LA DEIDAD.

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