domingo, 22 de mayo de 2016

NUESTRO PLANO RELACIONAL CON EL SEÑOR ESTÁ REGULADO POR EL FLUIR DEL ESPÍRITU SANTO EN NOSOTROS. TODA ARROGANCIA CARNAL SE ESTRELLARÁ CON EL RECHAZO DIVINAL COMO CONTINUA RESPUESTA. LA GRACIA ES CONSTANTE EN QUIENES SE HUMILLAN ANTE LA PRESENCIA DIVINA. NUESTRA SUMISIÓN AL PADRE ES DIRECTAMENTE PROPORCIONAL A NUESTRO GRADO DE RESISTENCIA AL ENEMIGO. OBLIGÁNDOLO A UNA VERGONZOSA HUIDA. NUESTRA HUMILLACIÓN ANTE EL PADRE RESULTARÁ EN NUESTRA EXALTACIÓN CON ÉL.

LIMA - PERÚ  DOMINGO 22 DE MAYO DEL 2016

COMENTARIO EXEGÉTICO DE LA EPÍSTOLA DE SANTIAGO

Santiago 4:5-10.

"¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho  morar en nosotros nos anhela celosamente? Pero él da mayor gracia. Por esto dice: El Señor resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios, resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y él os exaltará".

***  (Introducción) La naturaleza promiscua que caracteriza al pagano (venerando varios dioses), no entiende el llamado a la exclusividad que solicita la Deidad única: Yahweh. La mitología pagana está compuesta de un dios padre, una diosa madre, y los hijos de ambos, a quienes se llama dioses. La mitología antropomorfiza a los dioses, colocando en ellos hermosas apariencias, ciertas perfecciones, y todos sus vicios, de modo que sus engañadas mentes asuman parecerse a ellos en calidad de humanos émulos que los haga sentirse plenos al identificarse con sus imaginarios pares, jugando a una apoteósica y fabulosa perspectiva.

*** (Stg.4:5) El celo divino, tiene entonces su razón de ser, deseando quitar de nosotros cualquier mezcla de paganismo, buscando la permanencia de nuestra adoración hacia él, permitiendo que todo lo que él nos ofrece alcance plenitud en nosotros, mirando cómo el engaño del enemigo va desapareciendo en el horizonte, mientras la sublime realidad del único Dios nos envuelve y nos embarga, hallando el sentido a su propósito en el plano de su perspectiva. La gracia que el Señor nos dispensa, no nos habilita para la maldad; sino para un mayor crecimiento en el conocimiento de él. La gracia, pues, es el componente extensivo que nos hace alcanzar la gloria, y nos permite gozarnos de todo lo que él es y tiene, ordenándonos que lo participemos a los demás.

*** (Stg.4:6) Cuando Santiago dice que el Señor da gracia a los humildes, hemos de entender su bondad para con aquellos que le creen y le obedecen, alcanzando magnitudes que otros sueñan y alucinan, pero no las heredan, ¿por qué? Porque no piensan compartirlas, sino atesorarlas para sentirse especiales, singulares y súper poderosos. La gracia no tiene eso como su sino, ella habrá de aparecer en nosotros como los músculos cuando son ejercitados, creciendo y manifestando en el ámbito exterior la fuerza que llevamos dentro. La soberbia interpreta el silencio divino como un desaire, o un intencional descuido celestial, pero ¡no es así! Es el rechazo del Padre a nuestra actitud arrogante, que piensa que la Deidad puede ser manipulada; Moisés lo comprendió tras golpear la roca a la que debió hablarle, viéndose impedido de ingresar en la tierra prometida al dejarse llevar por su ira, no santificando a Dios ante la multitud hebraica (Nm.20:10-13).

*** (Stg.4:7-8) En la medida en que nos sometamos a Dios, desearemos resistir al diablo (que antes fuera nuestro invisible cómplice en aquella dualidad de pareceres que seguía políticas conveniencias, y que asumiera la obediencia al Padre como algo ocasional, y no como su consigna particular). El diablo es muy infeliz e impaciente cuando se le resiste en el Señor; y no sólo se desalienta, sino que huye, buscando evitar que otros vean la vergüenza de su derrota. 


  *** (Stg.4:8) Asi como cuando nos acercamos a un espejo, y la imagen se acerca a nosotros según avanzamos hacia él; así acontece con  los asuntos de la comunión con el Padre. Nuestra intimidad con él es directamente proporcional a nuestra aproximación a él. También se alienta a los pecadores a limpiarse las manos (arrepentirse de sus malas obras), y a los apocados de ánimo, a la necesidad de purificar sus corazones, deshaciéndose de toda propensión, pasión o intención, que los compulsa a actuar fuera de la voluntad de Dios.

*** (Stg.4:9) El panorama que acompaña al verdadero arrepentimiento se acompaña de: 

(a) Auto aflicción.- Tiene que ver con la pena interior por habernos movido en contra de la voluntad del Padre eterno, haciendo notorio que sentimos genuinamente dolor y desazón por nuestra desobediencia.

(b) Lamentación.- Mientras que la auto aflicción es algo interno, el lamento exterioriza nuestro sentir cual un prolongado luto que muestra a otros cuánto sufrimos por lo que hicimos, buscando el perdón y la reconciliación con el Señor.

(c) Llanto.- La húmeda manifestacion de nuestras almas, que dejan ver extremadamente cómo nos sentimos, y cuánto nos duelen las pérdidas experimentadas (Jn.11:35-36).

*** (Stg.4:10) El trocar de las expresiones, tan extremo, implica un vuelco de ciento ochenta grados en cuanto a nuestro sentir y nuestras conductas, demostrando así la autenticidad de nuestro arrepentimiento, la certeza de nuestra huillación, y el deseo de vernos restituidos y restaurados ante el Padre.

EFRAÍN ARTURO CH;AVEZ ESPARTA   22/05/2016.

1 comentario:

  1. EL AUTOR NOS MUESTRA AQUÍ EL SENTIDO CLARO DE NUESTRA FILIACIÓN CON EL SEÑOR, Y NUESTRO DEBER DE MANTENERLA MEDIANTE UNA OBEDIENCIA IMPLÍCITA Y CABAL. LA SOBERBIA SE VERÁ HUMILLADA VEZ TRAS VEZ; Y LA HUMILDAD, SERÁ EXALTADA.

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