LIMA - PERÚ JUEVES 16 DE JUNIO DEL 2016
COMENTARIO EXEGÉTICO DE LA SEGUNDA EPÍSTOLA DEL APÓSTOL PEDRO
Segunda de Pedro 1:5b-7.
"...A la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor".
*** (2P.1:5b) El número de las cosas que habrán de añadirse al fundamento de la fe, es citado aquí por el apóstol para promover las mismas como parte de nuestra dedicación, y del sustancioso avance hasta la madurez hereditaria. Vimos cómo la fe debe vestirse de la virtud pertinente para que la cohesión corporativa llegue, porque la humildad y el servicio a los demás es parte de nuestra identidad, haciendo efectiva nuestra progresión, y promoviendo la misma entre los hermanos en la fe como una deseable posición. Pero así como una opción para ver, hay también la necesidad de saber, esto es, de poseer un cabal entendimiento de los hechos espirituales y trascendentes; pues Dios no nos llama a ser apriorísticos, sino entendidos en las cosas de Dios, de modo que al aplicar la información que Dios nos diera (fe), nuestra naturaleza interpretara el correcto sentir divinal, y su deseo de bendecirnos con una línea de acción coherente con sus principios (virtud), permitiéndonos entender su propósito en un sentido específico, de modo que sepamos aplicar su panorama revelacional en la correcta perspectiva, ya que poseemos luz y dirección (conocimiento).
*** (2P.1:6a) Todas las cosas inherentes al equilibrio espiritual deben ser asumidas como aquello que ubica las columnas que luego compondrán el edificio o casa de Dios que conocemos como el cuerpo de Cristo, o la familia de Dios. Todo lo que Dios nos ha impartido en su inmensa misericordia, y en su amor para con nosotros, ha de traer el beneficio común para bendecirnos globalmente. Así, el dominio propio o templanza, se hace estrictamente necesario para no delirar, y mantener, dentro del panorama de gloria adquirida, una modesta actitud que ayude a nuestro balance emocional y espiritual, no estimándonos como superiores a otros a nivel de la grey, ni sintiéndonos especiales, o parte de una élite (Ro.12:3; Fil.2:3; 2Co.12:7-9).
*** (2P.1:6b) Cuando la templanza llega a constituirse en parte de nuestra crecimiento hacia la madurez, el siguiente desafío es en lo referente a la paciencia. Crecer en humildad es algo difícil cuando lo suponemos una gloria personal, o un adelanto que otros no tienen, sintiéndonos ufanos del nivel logrado, y tornándonos temperamentales al ver que otros no han alcanzado el mismo en un tiempo récord, "como nosotros"; volviéndose difícil, si no imposible, el tolerar el enanismo moral, mental y espiritual de quienes fluyen al lado nuestro, y se andan quejando de todo o de "niñerías"; mientras que nuestra "musculatura espiritual" se merece el título del "hombre más perfectamente desarrollado del mundo" (mismo Charles Atlas de épocas idas). Si bien nuestro aguante frente a la adversidad es loable, hemos de entender que también es aquella capacidad que nos hace soportar las flaquezas de los demás, habiendo de sobrellevarlas por causa de la dignidad corporativa, y a despecho de la gloria personal que de vez en cuando suelta sus agudezas en un velado bullying que satiriza las debilidades del resto ¡Cuidado con eso!
*** (2P.1:6c) Nótese cómo la piedad puede llegar a nuestra experiencia, al desarrollar nuestro potencial. El apóstol apuntó que el inicio de nuestro crecimiento espiritual tenía LA FE como su base; LA VIRTUD añadida, le cedió el espacio para alcanzar la suavidad de carácter que Dios nos solicitara, predisponiendo nuestro ánimo para ser enseñados, y adquirir el CONOCIMIENTO, y aprender lo necesario para poder ser útiles a Dios, y a los demás, dando a todos el DOMINIO PROPIO necesario para alcanzar dimensiones utilitarias, y no suficiencias invasivas que oscurezcan el horizonte estelar de las demás estrellas, asumiéndolas innecesarias. Y así, el compás de espera solicitado por Dios nos orienta a LA PACIENCIA, hasta cohesionar el cuerpo de Cristo, dejando de ser parte de una masa amorfa, e integrando la realidad corporativa que posee sentido, significado y destino en Dios. Es en estas circunstancias que somos conminados a LA PIEDAD, siendo ésta la reverencia en acción, moviéndose en los principios espirituales correctos para el agrado divinal, y para mostrar el favor del Padre hacia los demás en sucesivas manifestaciones orientadas a la vida corporativa de valor utilitario.
*** (2P.1:7a) Desde el monte de LA PIEDAD nos es fácil accesar al AFECTO FRATERNAL, donde apreciamos a cada miembro del cuerpo de Cristo como a nosotros mismos, prodigando nuestros afectos y dotaciones sin distingo alguno, dando de lo que tenemos a manos llenas, tal como lo hiciera la iglesia en sus inicios allá en Jerusalén (Hch.4:32-37). Las riquezas del amor fraterno no nos llaman a despojarnos de lo que tenemos, sino a conpartir de lo que Dios hizo abundar en nosotros, pasando de la ambición a la disposición; y del egoísmo a la dispensación de lo que tenemos para que en el beneficio común nos gocemos inmensamente.
*** (2P.1:7b) La peculiaridad del AFECTO FRATERNAL, mientras el crecimiento continúa, es que comienza a desbordarse al descubrir que la prodigalidad divina, debido a sus excesos (en el buen sentido de la expresión), no le resultan las cosas si no se expanden (de allí lo de predicar el evangelio a toda criatura, teniendo a los creyentes como sus heraldos oficiales). El afecto fraternal no tiene apellidos, ni castas, ni favoritismos, ni hace acepción de personas. Nunca fue el afán divino encerrar a sus bendecidos en un ámbito para rechazar al resto; sino el tener una relación con él que los singularice y devuelva al plan original del Padre. Y así como de forma individual nos hizo parte de una nueva creación, él desea integrar a "todo aquel que cree" a la realidad eclesial que nos hizo la familia de Dios; y después de un entrenamiento de tres años PARA SUS APÓSTOLES, les ordenó compartir el plan divinal para el beneficio de todo el género humano, en unamanifestación de SU AMOR al que a todos invitara con el mayor de los placeres, y con una esperanza viva, haciéndonos saber que todo estaba preparado, para que nos gocemos todos con el AMOR PACTUAL que nos haría uno con él para siempre.
EFRAÍN ARTURO CHÁVEZ ESPARTA 16/06/2016.
*** (2P.1:6a) Todas las cosas inherentes al equilibrio espiritual deben ser asumidas como aquello que ubica las columnas que luego compondrán el edificio o casa de Dios que conocemos como el cuerpo de Cristo, o la familia de Dios. Todo lo que Dios nos ha impartido en su inmensa misericordia, y en su amor para con nosotros, ha de traer el beneficio común para bendecirnos globalmente. Así, el dominio propio o templanza, se hace estrictamente necesario para no delirar, y mantener, dentro del panorama de gloria adquirida, una modesta actitud que ayude a nuestro balance emocional y espiritual, no estimándonos como superiores a otros a nivel de la grey, ni sintiéndonos especiales, o parte de una élite (Ro.12:3; Fil.2:3; 2Co.12:7-9).
*** (2P.1:6b) Cuando la templanza llega a constituirse en parte de nuestra crecimiento hacia la madurez, el siguiente desafío es en lo referente a la paciencia. Crecer en humildad es algo difícil cuando lo suponemos una gloria personal, o un adelanto que otros no tienen, sintiéndonos ufanos del nivel logrado, y tornándonos temperamentales al ver que otros no han alcanzado el mismo en un tiempo récord, "como nosotros"; volviéndose difícil, si no imposible, el tolerar el enanismo moral, mental y espiritual de quienes fluyen al lado nuestro, y se andan quejando de todo o de "niñerías"; mientras que nuestra "musculatura espiritual" se merece el título del "hombre más perfectamente desarrollado del mundo" (mismo Charles Atlas de épocas idas). Si bien nuestro aguante frente a la adversidad es loable, hemos de entender que también es aquella capacidad que nos hace soportar las flaquezas de los demás, habiendo de sobrellevarlas por causa de la dignidad corporativa, y a despecho de la gloria personal que de vez en cuando suelta sus agudezas en un velado bullying que satiriza las debilidades del resto ¡Cuidado con eso!
*** (2P.1:6c) Nótese cómo la piedad puede llegar a nuestra experiencia, al desarrollar nuestro potencial. El apóstol apuntó que el inicio de nuestro crecimiento espiritual tenía LA FE como su base; LA VIRTUD añadida, le cedió el espacio para alcanzar la suavidad de carácter que Dios nos solicitara, predisponiendo nuestro ánimo para ser enseñados, y adquirir el CONOCIMIENTO, y aprender lo necesario para poder ser útiles a Dios, y a los demás, dando a todos el DOMINIO PROPIO necesario para alcanzar dimensiones utilitarias, y no suficiencias invasivas que oscurezcan el horizonte estelar de las demás estrellas, asumiéndolas innecesarias. Y así, el compás de espera solicitado por Dios nos orienta a LA PACIENCIA, hasta cohesionar el cuerpo de Cristo, dejando de ser parte de una masa amorfa, e integrando la realidad corporativa que posee sentido, significado y destino en Dios. Es en estas circunstancias que somos conminados a LA PIEDAD, siendo ésta la reverencia en acción, moviéndose en los principios espirituales correctos para el agrado divinal, y para mostrar el favor del Padre hacia los demás en sucesivas manifestaciones orientadas a la vida corporativa de valor utilitario.
*** (2P.1:7a) Desde el monte de LA PIEDAD nos es fácil accesar al AFECTO FRATERNAL, donde apreciamos a cada miembro del cuerpo de Cristo como a nosotros mismos, prodigando nuestros afectos y dotaciones sin distingo alguno, dando de lo que tenemos a manos llenas, tal como lo hiciera la iglesia en sus inicios allá en Jerusalén (Hch.4:32-37). Las riquezas del amor fraterno no nos llaman a despojarnos de lo que tenemos, sino a conpartir de lo que Dios hizo abundar en nosotros, pasando de la ambición a la disposición; y del egoísmo a la dispensación de lo que tenemos para que en el beneficio común nos gocemos inmensamente.
*** (2P.1:7b) La peculiaridad del AFECTO FRATERNAL, mientras el crecimiento continúa, es que comienza a desbordarse al descubrir que la prodigalidad divina, debido a sus excesos (en el buen sentido de la expresión), no le resultan las cosas si no se expanden (de allí lo de predicar el evangelio a toda criatura, teniendo a los creyentes como sus heraldos oficiales). El afecto fraternal no tiene apellidos, ni castas, ni favoritismos, ni hace acepción de personas. Nunca fue el afán divino encerrar a sus bendecidos en un ámbito para rechazar al resto; sino el tener una relación con él que los singularice y devuelva al plan original del Padre. Y así como de forma individual nos hizo parte de una nueva creación, él desea integrar a "todo aquel que cree" a la realidad eclesial que nos hizo la familia de Dios; y después de un entrenamiento de tres años PARA SUS APÓSTOLES, les ordenó compartir el plan divinal para el beneficio de todo el género humano, en unamanifestación de SU AMOR al que a todos invitara con el mayor de los placeres, y con una esperanza viva, haciéndonos saber que todo estaba preparado, para que nos gocemos todos con el AMOR PACTUAL que nos haría uno con él para siempre.
EFRAÍN ARTURO CHÁVEZ ESPARTA 16/06/2016.
SI NUESTRAS CONVICCIONES CRISTIANAS CRECEN SEGÚN LO QUE REFIERE PEDRO EN ESTA SEGUNDA EPÍSTOLA, ESTAREMOS REALIZANDO EL DESEO DIVINAL DE VERNOS A LA ALTURA QUE ÉL SIEMPRE PONDERÓ COMO BÁSICA PARA EL ALCANCE DE LA HERENCIA ETERNAL. AVANCEMOS HACIA ELLA.
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