LIMA - PERÚ MARTES 26 DE JUNIO DEL 2018 MENSAJE # 2571
PRIMERA DE PEDRO 1:13-17.
"Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado, como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación".
=== Habiendo desarrollado en los versos iniciales lo concerniente a nuestra salvación, y lo vital de nuestra vida genérica -o vida de resurrección- la misma que no puede arruinarse, destruirse o perder su valor, guardándonos o preservándonos mediante la fe, para tener un disfrute generacional y eternal, que aunque tuviera que pasar por una serie de pruebas, habría de salir mucho más preciosa que el oro, siendo para los profetas de antaño un misterio que se propusieran investigar acuciosamente, mostrándoles el Señor que lo suyo era administrar ese beneficio que llegaría hasta nosotros, los herederos de esa gracia, y que lo pudieron averiguar gracias al Espíritu de Cristo que morara en ellos, anunciándole lo paradójico de la vida y la muerte del Señor Jesús, y la resurrección del Hijo de Dios que Pedro refiere como las glorias que habían de venir tras ello. El sufrimiento del Salvador no debería parecernos extraño, ni si el mismo aflorara en nuestra experiencia particular. Tanto los ángeles, como el ministerio profético, hubieran querido mirar y conocer sobre ello, pero ellos, al igual que Moisés, habrían de mirarlo de lejos, sin penetrar en ello hasta que la gracia divina se revelara y magnificara en todos los herederos de gloria.
=== Y es aquí donde nuestra historia redentiva continúa con superiores auspicios, y si antes nos limitáramos a ver el accionar divino a nuestro favor con relativa pasividad; aquí se nos demanda el apegarnos al divino fluir, operando juntamente con el Señor los valores intrínsecos de nuestra redención, procediendo a transformarnos progresivamente mediante la santificación siendo por ello necesario la renovación de nuestro entendimiento (un paralelismo paulino con el ceñir los lomos del entendimiento pedrino), lo cual nos impulsa a ser sobrios, esto es mantener nuestra verticalidad en el plano testimonial, mostrando así la horizontalidad que nos corresponde como hijos amados del Dios vivo. Esto nos hace ver nuestra necesidad de confiar en Dios y reposar en su continua provisión a través de la realidad operativa del Cristo en nosotros, sabiéndonos uno con él en principios y prácticas, caminando en santidad, vale decir, ciñéndonos en todo a la perspectiva divinal, haciendo lo que conviene para que el propósito del Padre se cumpla en nosotros, generacional y trascendentemente. Nuestra obediencia al Padre implicará una disconformidad con el siglo presente, reprimiendo nuestra antigua forma de ser, y reprogramándonos, o renovándonos, de modo que interactuemos con el Padre, demostrando que hemos salido de nuestra ignorancia.
=== Dada la naturaleza Santa del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, somos condicionados para movernos como ellos en nuestro pensar, hablar, andar y obrar. Si nos parece algo muy duro o difícil, es porque creemos que habrá que luchar contra el mundo, el diablo y la carne. pero no es así, en esta lucha se vence por rendirnos al influjo divino. En asuntos de fe, dejamos de opinar, y nos ceñimos a seguir al Cordero por dondequiera que va. No es una ilusión; sino la forma más segura de cooperar con él, funcionando como un exoesqueleto que le otorga al cuerpo su potencia, habilidad y expresión, logrando lo que humanamente sería imposible para la carne. Los valores divinos se hacen los nuestros, desapareciendo las preferencias, viendo en cada hermano en Cristo un participante de la operatividad divinal, guardando la reverencia y el respeto pertinentes, dada la actividad de cada miembro; y cuando ello se haya vuelto en nosotros una norma o ley continua, estaremos conscientes de lo oportuno de nuestra utilidad en la peregrinación.
PRIMERA DE PEDRO 1:13-17.
"Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado, como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación".
=== Habiendo desarrollado en los versos iniciales lo concerniente a nuestra salvación, y lo vital de nuestra vida genérica -o vida de resurrección- la misma que no puede arruinarse, destruirse o perder su valor, guardándonos o preservándonos mediante la fe, para tener un disfrute generacional y eternal, que aunque tuviera que pasar por una serie de pruebas, habría de salir mucho más preciosa que el oro, siendo para los profetas de antaño un misterio que se propusieran investigar acuciosamente, mostrándoles el Señor que lo suyo era administrar ese beneficio que llegaría hasta nosotros, los herederos de esa gracia, y que lo pudieron averiguar gracias al Espíritu de Cristo que morara en ellos, anunciándole lo paradójico de la vida y la muerte del Señor Jesús, y la resurrección del Hijo de Dios que Pedro refiere como las glorias que habían de venir tras ello. El sufrimiento del Salvador no debería parecernos extraño, ni si el mismo aflorara en nuestra experiencia particular. Tanto los ángeles, como el ministerio profético, hubieran querido mirar y conocer sobre ello, pero ellos, al igual que Moisés, habrían de mirarlo de lejos, sin penetrar en ello hasta que la gracia divina se revelara y magnificara en todos los herederos de gloria.
=== Y es aquí donde nuestra historia redentiva continúa con superiores auspicios, y si antes nos limitáramos a ver el accionar divino a nuestro favor con relativa pasividad; aquí se nos demanda el apegarnos al divino fluir, operando juntamente con el Señor los valores intrínsecos de nuestra redención, procediendo a transformarnos progresivamente mediante la santificación siendo por ello necesario la renovación de nuestro entendimiento (un paralelismo paulino con el ceñir los lomos del entendimiento pedrino), lo cual nos impulsa a ser sobrios, esto es mantener nuestra verticalidad en el plano testimonial, mostrando así la horizontalidad que nos corresponde como hijos amados del Dios vivo. Esto nos hace ver nuestra necesidad de confiar en Dios y reposar en su continua provisión a través de la realidad operativa del Cristo en nosotros, sabiéndonos uno con él en principios y prácticas, caminando en santidad, vale decir, ciñéndonos en todo a la perspectiva divinal, haciendo lo que conviene para que el propósito del Padre se cumpla en nosotros, generacional y trascendentemente. Nuestra obediencia al Padre implicará una disconformidad con el siglo presente, reprimiendo nuestra antigua forma de ser, y reprogramándonos, o renovándonos, de modo que interactuemos con el Padre, demostrando que hemos salido de nuestra ignorancia.
=== Dada la naturaleza Santa del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, somos condicionados para movernos como ellos en nuestro pensar, hablar, andar y obrar. Si nos parece algo muy duro o difícil, es porque creemos que habrá que luchar contra el mundo, el diablo y la carne. pero no es así, en esta lucha se vence por rendirnos al influjo divino. En asuntos de fe, dejamos de opinar, y nos ceñimos a seguir al Cordero por dondequiera que va. No es una ilusión; sino la forma más segura de cooperar con él, funcionando como un exoesqueleto que le otorga al cuerpo su potencia, habilidad y expresión, logrando lo que humanamente sería imposible para la carne. Los valores divinos se hacen los nuestros, desapareciendo las preferencias, viendo en cada hermano en Cristo un participante de la operatividad divinal, guardando la reverencia y el respeto pertinentes, dada la actividad de cada miembro; y cuando ello se haya vuelto en nosotros una norma o ley continua, estaremos conscientes de lo oportuno de nuestra utilidad en la peregrinación.
EFRAÍN ARTURO CHÁVEZ ESPARTA 26/06/2018 MENSAJE # 2571
LA VIDA CRISTIANA TIENE SUS ETAPAS, Y CADA UNA DE ELLAS HA DE SER RECORRIDA CONFORME A LO DIVINAMENTE ESTABLECIDO, DE MODO QUE NUESTRA HERENCIA NOS SEA ENTREGADA AL CABO DE NUESTRA MADUREZ, CONFORME A SU PALABRA.
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