LIMA - PERÚ LUNES 11 DE ABRIL DEL 2016
COMENTARIO EXEGÉTICO DEL LIBRO A LOS HEBREOS
Hebreos 7:11-18.
"Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón? Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que también haya cambio de ley; y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar. Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio. Y esto es aun más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto, no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible. Pues se da testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec. Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia".
*** Aquí el autor sacro tornará al tópico de la perfección (He.6:1), haciendo notorio que no se pudo lograr la misma bajo un régimen deficitario (por causa de nuestra carnalidad, no por una falla divina), lo cual no era para ellos ningún misterio. La ley no estaba mal; era la carne religiosa la que tenía problema para conservar su status, obligando a la aparición de sacrificios constantes para restaurar la comunión con la Deidad; algo que se perdía en breve, dada la proclividad de la naturaleza caída, si bien ceremonialmente limpiada, no transformada ni acepta ante el Dios Santo.
*** El sacerdocio levítico y la ley fueron valores agregados que tenían un programa específico: El restaurar nuestra comunión con la Deidad, y el mostrarnos la necesidad de un Redentor dada nuestra debilidad e ineficacia. Ambas asistencias revelaban lo frágiles que éramos, y ponían de relieve nuestra ineptitud para agradar a Dios según lo requerido por él. Era necesario un sacerdocio efectivo que nos permitiera una comunión inalterable con el Creador, basada en la gracia, mientras que la perfección no se diera, admitiendo el proceso transformador que el Espíritu Santo obraría en la vida de cada creyente. El trino obrar era algo vital para el logro de su propósito.
*** Si bien la ley y el orden levítico interactuaban juntos, no lograban la perfección en el pensar y en el obrar del pueblo, y es menester recordar que los sacrificios fueron adicionados al plano relacional entre la Deidad y la nación judía, no habiendo sido prescritos desde el principio, obrando conciliadoramente para que no se perdiera la unidad con el Padre en visión y propósito (Jer.7:22-25a). El cambio de sacerdocio se constituyó en una imperiosa necesidad. Y el Señor retornó al orden original (el de Melquisedec), para introducirnos en la esfera de los valores eternales; y cuando él llegó, el orden Aarónico prescribió. Lo que nos trae a una crisis, ya que si hay cambio de sacerdote, debe haber el cambio en las regulaciones que sustentaran al anterior, declarándolo desfasado, e introduciendo el nuevo orden (que es el original) bajo la nueva perspectiva, y por divina determinación.
*** Y Dios toma a un descendiente de la tribu de Judá, si bien nunca antes ninguno de esa tribu sirvió al altar, ni fue mencionado jamás algo así por Moisés, le plació al Padre el reubicarnos en el contexto ideal, original y perenne, para que podamos alcanzar el estándar que él requiere de nosotros; y el autor menciona que esto es algo aun más manifiesto, si en el siglo I se levanta un sacerdote a semejanza de Melquisedec, el que no fuera constituido según el régimen levítico, sino por el poder de una vida indestructible (¡Agárrate, porque aquí ya se menciona la resurrección, la vida que no puede ya más morir!), y el autor sagrado apela a su nombramiento en las altas esferas cuando el Padre le dice: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec (Sal.110:4).
EFRAÍN ARTURO CHÁVEZ ESPARTA 11/04/2016
*** El sacerdocio levítico y la ley fueron valores agregados que tenían un programa específico: El restaurar nuestra comunión con la Deidad, y el mostrarnos la necesidad de un Redentor dada nuestra debilidad e ineficacia. Ambas asistencias revelaban lo frágiles que éramos, y ponían de relieve nuestra ineptitud para agradar a Dios según lo requerido por él. Era necesario un sacerdocio efectivo que nos permitiera una comunión inalterable con el Creador, basada en la gracia, mientras que la perfección no se diera, admitiendo el proceso transformador que el Espíritu Santo obraría en la vida de cada creyente. El trino obrar era algo vital para el logro de su propósito.
*** Si bien la ley y el orden levítico interactuaban juntos, no lograban la perfección en el pensar y en el obrar del pueblo, y es menester recordar que los sacrificios fueron adicionados al plano relacional entre la Deidad y la nación judía, no habiendo sido prescritos desde el principio, obrando conciliadoramente para que no se perdiera la unidad con el Padre en visión y propósito (Jer.7:22-25a). El cambio de sacerdocio se constituyó en una imperiosa necesidad. Y el Señor retornó al orden original (el de Melquisedec), para introducirnos en la esfera de los valores eternales; y cuando él llegó, el orden Aarónico prescribió. Lo que nos trae a una crisis, ya que si hay cambio de sacerdote, debe haber el cambio en las regulaciones que sustentaran al anterior, declarándolo desfasado, e introduciendo el nuevo orden (que es el original) bajo la nueva perspectiva, y por divina determinación.
*** Y Dios toma a un descendiente de la tribu de Judá, si bien nunca antes ninguno de esa tribu sirvió al altar, ni fue mencionado jamás algo así por Moisés, le plació al Padre el reubicarnos en el contexto ideal, original y perenne, para que podamos alcanzar el estándar que él requiere de nosotros; y el autor menciona que esto es algo aun más manifiesto, si en el siglo I se levanta un sacerdote a semejanza de Melquisedec, el que no fuera constituido según el régimen levítico, sino por el poder de una vida indestructible (¡Agárrate, porque aquí ya se menciona la resurrección, la vida que no puede ya más morir!), y el autor sagrado apela a su nombramiento en las altas esferas cuando el Padre le dice: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec (Sal.110:4).
*** Y el Heraldo divinal anuncia que el mandamiento anterior queda abrogado debido a su debilidad e ineficacia, características que nos identifican a nosotros en la carne, y que no son cualidades divinas en ninguna forma.
EFRAÍN ARTURO CHÁVEZ ESPARTA 11/04/2016
CUANDO EL SEÑOR HACE ALGO DE VALOR REFERENCIAL, Y DEBIDO A NUESTROS DÉFICITS; ÉL DA UNA SALIDA O SOLUCIÓN PERENTORIA, PARA LA CONTINUIDAD PERTINENTE. PERO CUANDO SE TRATA DE LOS VALORES DIVINALES, EL SEÑOR APELA EXCLUSIVAMENTE A LO ETERNAL, Y ESE ES EL SIGNIFICADO DEL SACERDOCIO SEGÚN EL ORDEN DE MELQUISEDEC
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