LIMA - PERÚ JUEVES 04 DE OCTUBRE DEL 2018 MENSAJE # 2771
TITO 1:1-4.
"Yo, Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, según la fe de los escogidos de Dios y el conocimiento de la verdad que corresponde a la piedad, en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente; prometió desde antes del principio de los siglos, y a su debido tiempo manifestó su palabra por medio de la predicación que me fue encomendada por mandato de Dios nuestro Salvador, a Tito, verdadero hijo en nuestra fe común: Recibe gracia, misericordia y paz, del Dios el Padre y del Señor Jesucristo, nuestro Salvador".
=== La salutación paulina abarca lo necesario para que tengamos un cabal testimonio sobre su persona, su labor y su comisión; así como la carga que sobre sus coadjutores reposara, y del grado de autoridad que se les había conferido por haber recibido las dotaciones pertinentes y las asignaciones del caso. Ello nos habla de la armonía espiritual existente a nivel ministerial, mostrándonos la autoridad, la sumisión y la comunión que adornan a los siervos de Dios en su cumplimiento de la soberana voluntad divina para el curso de la presente edad de la gracia. Y es por eso que Pablo, al identificarse, lo hace en primera instancia como siervo o esclavo de Dios, para referir a continuación su llamamiento y elección en el panorama autoritativo divino. Tal actitud en cada una de sus cartas o epístolas nos permiten entender que todos los que están al servicio del Padre, están a su servicio, y al de sus hermanos por extensión, y dentro de esa cadena de autoridad es que todo se maneja en el panorama ministerial; no siendo jefes ni dictadores, sino sirvientes de los demás, distinguiéndose por ser los primeros en acudir al plano de la obediencia a las divinas ordenaciones, haciendo las cosas en conformidad con lo que el Padre había asignado. Cuando se trabaja en el orden divinal, la obediencia es implícita, y todo se hace según los mandatos del Padre, acatando las ordenanzas que el Espíritu Santo nos da en nuestro fuero interno, moviéndonos en el Espíritu del Hijo, correspondiendo a la trina decisión.
=== Las orientaciones referidas aquí, tienen un fluir común y único, el cual nos es revelado como la fe de los escogidos; esto es el cederse al Espíritu en todos y cada uno de ellos, para actuar de consuno, como lo hacen los engranajes en una máquina, en cada uno de sus programados movimientos. Ya que hay un único conocimiento de la verdad, al actuar en divina asociación, se obtienen los resultados apetecidos por la Deidad en el plano pedestre, y así como el Señor aceptó el templo construido a su sazón; así también él acepta nuestro trabajo de amor hacia su nombre. El llamado conocimiento de la verdad se manifioesta en una conducta piadosa la cual refrenda nuestra filiación, dándole al Padre la gloria pertinente. Así, pues nuestra esperanza de vida eterna es algo visible para Dios y para los demás, no siendo una hueca confesión o una inorgánica emisión de frases sin valor. Y Pablo argumenta que Dios no miente, y que esto ya estaba establecido desde antes que la cronología humana empezara a recorrer su historia, corroborando así el panorama profético, haciendo de la promesa y el caminar en fidelidad (esa demostración de fe y esperanza), la certeza del cumplimiento de la promesa al alcanzar nuestra herencia desde el día en que decidimos caminar en línea con la Deidad.
=== Cuando el mandato llegó con la aparición del Heraldo y de su Señor, todos fueron intimados a arrepentirse, porque el reino de los cielos se había acercado, y a creer en el evangelio porque el tiempo había llegado. Recordemos que la cronometría divina es exacta, y que Dios trabaja sobre el principio de los tiempos y las edades, y él no duda en establecer el tal en el instante en que él juzga que el hito histórico y profético ha surgido en el horizonte célico-pedestre. La predicación del evangelio del reino de Dios era la más firme manifestación de que las realidades tangibles del mismo comenzaban a operar, cubriéndose la divina encomienda mediante el apostólico fluir, llevando el mensaje por doquier, de modo que todos fueran alcanzados por el mensaje de la gracia extendida. Esto era lo que habitaba en Tito, y en cada predicador del reino de Dios. Y Pablo lo saluda en su posición de regio embajador, reconociendo en él la misma fe que en él habita. Y la triada divinal se hace una vez más presente en aquel siervo de Dios, derramando sobre él su gracia (haciéndolo el blanco de su bondad), señalando luego el bálsamo de sus misericordias para recomponernos espiritualmente y salir de nuestra conducta deficitaria, de modo que fluyamos para con todos en la paz que Dios Padre nos impartiera. Y el Padre y el Hijo se convierten en nuestros compañeros de milicia.
"Yo, Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, según la fe de los escogidos de Dios y el conocimiento de la verdad que corresponde a la piedad, en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente; prometió desde antes del principio de los siglos, y a su debido tiempo manifestó su palabra por medio de la predicación que me fue encomendada por mandato de Dios nuestro Salvador, a Tito, verdadero hijo en nuestra fe común: Recibe gracia, misericordia y paz, del Dios el Padre y del Señor Jesucristo, nuestro Salvador".
=== La salutación paulina abarca lo necesario para que tengamos un cabal testimonio sobre su persona, su labor y su comisión; así como la carga que sobre sus coadjutores reposara, y del grado de autoridad que se les había conferido por haber recibido las dotaciones pertinentes y las asignaciones del caso. Ello nos habla de la armonía espiritual existente a nivel ministerial, mostrándonos la autoridad, la sumisión y la comunión que adornan a los siervos de Dios en su cumplimiento de la soberana voluntad divina para el curso de la presente edad de la gracia. Y es por eso que Pablo, al identificarse, lo hace en primera instancia como siervo o esclavo de Dios, para referir a continuación su llamamiento y elección en el panorama autoritativo divino. Tal actitud en cada una de sus cartas o epístolas nos permiten entender que todos los que están al servicio del Padre, están a su servicio, y al de sus hermanos por extensión, y dentro de esa cadena de autoridad es que todo se maneja en el panorama ministerial; no siendo jefes ni dictadores, sino sirvientes de los demás, distinguiéndose por ser los primeros en acudir al plano de la obediencia a las divinas ordenaciones, haciendo las cosas en conformidad con lo que el Padre había asignado. Cuando se trabaja en el orden divinal, la obediencia es implícita, y todo se hace según los mandatos del Padre, acatando las ordenanzas que el Espíritu Santo nos da en nuestro fuero interno, moviéndonos en el Espíritu del Hijo, correspondiendo a la trina decisión.
=== Las orientaciones referidas aquí, tienen un fluir común y único, el cual nos es revelado como la fe de los escogidos; esto es el cederse al Espíritu en todos y cada uno de ellos, para actuar de consuno, como lo hacen los engranajes en una máquina, en cada uno de sus programados movimientos. Ya que hay un único conocimiento de la verdad, al actuar en divina asociación, se obtienen los resultados apetecidos por la Deidad en el plano pedestre, y así como el Señor aceptó el templo construido a su sazón; así también él acepta nuestro trabajo de amor hacia su nombre. El llamado conocimiento de la verdad se manifioesta en una conducta piadosa la cual refrenda nuestra filiación, dándole al Padre la gloria pertinente. Así, pues nuestra esperanza de vida eterna es algo visible para Dios y para los demás, no siendo una hueca confesión o una inorgánica emisión de frases sin valor. Y Pablo argumenta que Dios no miente, y que esto ya estaba establecido desde antes que la cronología humana empezara a recorrer su historia, corroborando así el panorama profético, haciendo de la promesa y el caminar en fidelidad (esa demostración de fe y esperanza), la certeza del cumplimiento de la promesa al alcanzar nuestra herencia desde el día en que decidimos caminar en línea con la Deidad.
=== Cuando el mandato llegó con la aparición del Heraldo y de su Señor, todos fueron intimados a arrepentirse, porque el reino de los cielos se había acercado, y a creer en el evangelio porque el tiempo había llegado. Recordemos que la cronometría divina es exacta, y que Dios trabaja sobre el principio de los tiempos y las edades, y él no duda en establecer el tal en el instante en que él juzga que el hito histórico y profético ha surgido en el horizonte célico-pedestre. La predicación del evangelio del reino de Dios era la más firme manifestación de que las realidades tangibles del mismo comenzaban a operar, cubriéndose la divina encomienda mediante el apostólico fluir, llevando el mensaje por doquier, de modo que todos fueran alcanzados por el mensaje de la gracia extendida. Esto era lo que habitaba en Tito, y en cada predicador del reino de Dios. Y Pablo lo saluda en su posición de regio embajador, reconociendo en él la misma fe que en él habita. Y la triada divinal se hace una vez más presente en aquel siervo de Dios, derramando sobre él su gracia (haciéndolo el blanco de su bondad), señalando luego el bálsamo de sus misericordias para recomponernos espiritualmente y salir de nuestra conducta deficitaria, de modo que fluyamos para con todos en la paz que Dios Padre nos impartiera. Y el Padre y el Hijo se convierten en nuestros compañeros de milicia.
EFRAÍN ARTURO CHÁVEZ ESPARTA 04/10/2018 MENSAJE # 2771
LAS CARTAS O EPÍSTOLAS DE PABLO SON UNA CLARA DEMOSTRACIÓN DE UNA RELACIÓN SÓLIDA CON DIOS Y CON SUS SERVOS ESCOGIDOS, LOS MISMOS QUE ESTABAN UNIDOS EN UNA PERSPECTIVA IDEAL Y ESCRITURAL PARA UN SERVICIO COMPETENTE.
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