LIMA - PERÚ SÁBADO 31 DE MARZO DEL 2018 MENSAJE # 2397
JOB 21:1-16.
"Entonces respondió Job, y dijo: Oíd atentamente mi palabra, y sea esto el consuelo que me deis. Toleradme, y yo hablaré; y después que haya hablado, escarneced. ¿Acaso me quejo yo de algún hombre? ¿Y por qué no se ha de angustiar mi espíritu? Miradme, y espantaos, y poned la mano sobre la boca. Aun yo mismo, cuando me acuerdo, me asombro, y el temblor estremece mi carne. ¿Por qué viven los impíos, y se envejecen, y aun crecen sus riquezas? Su descendencia se robustece a su vista, y sus renuevos están delante de sus ojos. Sus casas están a salvo de temor, ni viene azote de Dios sobre ellos. Sus toros engendran, y no fallan; paren sus vacas, y no malogran su cría. Salen sus pequeños como manada, y sus hijos andan saltando. Al son de tamboril y de cítara saltan, y se regocijan al son de la flauta. Pasan sus días en prosperidad, y en paz descienden al Seol. Dicen, pues, a Dio: Apártate de nosotros, porque no queremos el conocimiento de tus caminos. ¿Quién es el Todopoderoso para que le sirvamos? ¿Y de qué aprovechará que oremos a él? He aquí que su bien no está en mano de ellos; el consejo de los impios lejos esté de mí".
=== Aquellos tres consoladores, hombres principales en sus respectivos territorios, y antiguos amigos de Job, al enterarse de lo que había pasado con él: La pérdida de sus diez hijos, de todos su bienes, y de su salud, asqueando con sus llagas y su aspecto a quien lo viera, hasta el nivel de desconocerlo como un célebre patriarca, y verlo como el más abominable de los hombres en medio de un ceniciento muladar, que parecía lo único que podía rimar con su suerte y condición. Difícilmente podían acercarse sus amigos, quienes después de vencer su repugnancia se sentaran junto con él, intentando buscar alguna forma de consuelo. El silencio de una semana fue el mayor tributo que pudieran hacerle sus compasivos consoladores, aunque el silencio no es una forma de calmar la aflicción; pero lo que veían ante ellos derrotó sus arrestos, haciéndolos forzosos testigos de un horno de aflicción que nunca pudieran imaginar ni en la más horrible de sus pesadillas... ¡Así aborrece Satanás a los siervos de Dios cuya vida es agradable a él! Pero hemos de notar que no fue sino hasta que Yahweh, en un acto soberano y singular, le dio el permiso a este querubín caído para operar a su sazón, derramando en Job todo lo que su maligno corazón tenía para con la gente fiel al Padre y a sus principios. El escudo que cubriera a Job, el amparo divino, fue retirado por un tiempo, mas no para siempre. Lo trágico fue lo que quedó del hombre rico, feliz y con una gloria patriarcal que debió reproducirse a su sazón, y que se vio interrumpida bruscamente, transformándose en una amargura de alma, en una profunda desazón para la que Job no hallara razón; y la resignación fue cobrando diversas formas, y aun en medio de su gran amargura, el patriarca declaró su fe y su esperanza en el Dios vivo, pero anhelaba una respuesta, una razón, un porqué... Hay quienes arguyen que el sufrimiento de Job duró siete meses, mientras su cuerpo se iba pudriendo y secando, rascándose sus pestilentes llagas con un tiesto, y tolerando el desprecio general de gente que no le llegara ni a la suela de los zapatos, soportando pedradas, escupitajos e insu,ltos de todo calibre.
=== Ese día tan singular para el patriarca, quien hubiera recibido como consuelo de parte de su consorte la frase: "¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete", Job dejó salir lo que llevaba dentro, y cada uno de sus consoladores, basados en el principio de la justicia retributiva, dejó salir su opinión respecto a Dios, y a lo que le estaba pasando, tratando de alentar al patriarca para que reconociera sus pecados, y comprendiera que nadie podía ser 'tan salado' como para que le hubiera pasado lo que a él. Así que Job era culpable de todo, y precisaba de una exhalación de sus maldades, y la búsqueda de un arrepentimiento que mereciera la divina absolución, o una reducción de su pena y aflicción. La naturaleza religiosa y pedestre juzgará las cosas sobre sus niveles de comprensión en sus perímetros legales. El legalismo religioso tiene sus reglas y su aplicación: Chico bueno, bendición y éxito; chico malo, maldición y desgracia o muerte. Tal "logica" gravitaba enormemente en los jueces de la época, y aun hoy sigue vigente. "Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, ÉSTE O SUS PADRES, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: NO ES QUE PECÓ ÉSTE, NI SUS PADRES, SINO PARA QUE LAS OBRAS DE DIOS SE MANIFIESTEN EN ÉL" (Jn.9:1-3). Esto era "el tercio excluido", pues no era una respuesta para la mente apostólica llena de la justicia retributiva, que nunca ve la gracia de Dios como una alternativa, suponiéndose perfectos por no tener ese mismo problema. ¿Les ha pasado? Que fácil brota de nuestras bocas la condenación, el prejuicio y el hallar las faltas al constituirse en apurados jueces, y más apurados lapidadores. El día que no se pudo apedrear a la mujer adúltera del capítulo 8 de Juan, que "picones se quedaron" los ansiosos verdugos, los cuales botaron sus piedras para no tirárselas ellos contra sí mismos.
EFRAÍN ARTURO CHÁVEZ ESPARTA 31/03/2018 MENSAJE # 2397
"Entonces respondió Job, y dijo: Oíd atentamente mi palabra, y sea esto el consuelo que me deis. Toleradme, y yo hablaré; y después que haya hablado, escarneced. ¿Acaso me quejo yo de algún hombre? ¿Y por qué no se ha de angustiar mi espíritu? Miradme, y espantaos, y poned la mano sobre la boca. Aun yo mismo, cuando me acuerdo, me asombro, y el temblor estremece mi carne. ¿Por qué viven los impíos, y se envejecen, y aun crecen sus riquezas? Su descendencia se robustece a su vista, y sus renuevos están delante de sus ojos. Sus casas están a salvo de temor, ni viene azote de Dios sobre ellos. Sus toros engendran, y no fallan; paren sus vacas, y no malogran su cría. Salen sus pequeños como manada, y sus hijos andan saltando. Al son de tamboril y de cítara saltan, y se regocijan al son de la flauta. Pasan sus días en prosperidad, y en paz descienden al Seol. Dicen, pues, a Dio: Apártate de nosotros, porque no queremos el conocimiento de tus caminos. ¿Quién es el Todopoderoso para que le sirvamos? ¿Y de qué aprovechará que oremos a él? He aquí que su bien no está en mano de ellos; el consejo de los impios lejos esté de mí".
=== Aquellos tres consoladores, hombres principales en sus respectivos territorios, y antiguos amigos de Job, al enterarse de lo que había pasado con él: La pérdida de sus diez hijos, de todos su bienes, y de su salud, asqueando con sus llagas y su aspecto a quien lo viera, hasta el nivel de desconocerlo como un célebre patriarca, y verlo como el más abominable de los hombres en medio de un ceniciento muladar, que parecía lo único que podía rimar con su suerte y condición. Difícilmente podían acercarse sus amigos, quienes después de vencer su repugnancia se sentaran junto con él, intentando buscar alguna forma de consuelo. El silencio de una semana fue el mayor tributo que pudieran hacerle sus compasivos consoladores, aunque el silencio no es una forma de calmar la aflicción; pero lo que veían ante ellos derrotó sus arrestos, haciéndolos forzosos testigos de un horno de aflicción que nunca pudieran imaginar ni en la más horrible de sus pesadillas... ¡Así aborrece Satanás a los siervos de Dios cuya vida es agradable a él! Pero hemos de notar que no fue sino hasta que Yahweh, en un acto soberano y singular, le dio el permiso a este querubín caído para operar a su sazón, derramando en Job todo lo que su maligno corazón tenía para con la gente fiel al Padre y a sus principios. El escudo que cubriera a Job, el amparo divino, fue retirado por un tiempo, mas no para siempre. Lo trágico fue lo que quedó del hombre rico, feliz y con una gloria patriarcal que debió reproducirse a su sazón, y que se vio interrumpida bruscamente, transformándose en una amargura de alma, en una profunda desazón para la que Job no hallara razón; y la resignación fue cobrando diversas formas, y aun en medio de su gran amargura, el patriarca declaró su fe y su esperanza en el Dios vivo, pero anhelaba una respuesta, una razón, un porqué... Hay quienes arguyen que el sufrimiento de Job duró siete meses, mientras su cuerpo se iba pudriendo y secando, rascándose sus pestilentes llagas con un tiesto, y tolerando el desprecio general de gente que no le llegara ni a la suela de los zapatos, soportando pedradas, escupitajos e insu,ltos de todo calibre.
=== Ese día tan singular para el patriarca, quien hubiera recibido como consuelo de parte de su consorte la frase: "¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete", Job dejó salir lo que llevaba dentro, y cada uno de sus consoladores, basados en el principio de la justicia retributiva, dejó salir su opinión respecto a Dios, y a lo que le estaba pasando, tratando de alentar al patriarca para que reconociera sus pecados, y comprendiera que nadie podía ser 'tan salado' como para que le hubiera pasado lo que a él. Así que Job era culpable de todo, y precisaba de una exhalación de sus maldades, y la búsqueda de un arrepentimiento que mereciera la divina absolución, o una reducción de su pena y aflicción. La naturaleza religiosa y pedestre juzgará las cosas sobre sus niveles de comprensión en sus perímetros legales. El legalismo religioso tiene sus reglas y su aplicación: Chico bueno, bendición y éxito; chico malo, maldición y desgracia o muerte. Tal "logica" gravitaba enormemente en los jueces de la época, y aun hoy sigue vigente. "Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, ÉSTE O SUS PADRES, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: NO ES QUE PECÓ ÉSTE, NI SUS PADRES, SINO PARA QUE LAS OBRAS DE DIOS SE MANIFIESTEN EN ÉL" (Jn.9:1-3). Esto era "el tercio excluido", pues no era una respuesta para la mente apostólica llena de la justicia retributiva, que nunca ve la gracia de Dios como una alternativa, suponiéndose perfectos por no tener ese mismo problema. ¿Les ha pasado? Que fácil brota de nuestras bocas la condenación, el prejuicio y el hallar las faltas al constituirse en apurados jueces, y más apurados lapidadores. El día que no se pudo apedrear a la mujer adúltera del capítulo 8 de Juan, que "picones se quedaron" los ansiosos verdugos, los cuales botaron sus piedras para no tirárselas ellos contra sí mismos.
=== La reflexión 'jobiana' no era desacertada; y somos muchos los que hemos visto cómo las personas perversas (especialmente los políticos y los religiosos patibularios), cargan con todo lo que pueden, y son blindados por sus compañeros de malicia y maldades (perdón), milicia y bondades, pues tienen la impunidad (perdón de nuevo) inmunidad congresal y clerical. Es por eso que Job describe la dicha de los perversos, y la prosperidad de los malos, como algo ininiteligible para la gente honesta. no encontrando una explicación coherente que responda de una manera lógica a su interrogante. Este misterio es resuelto por el salmista Asaf: "En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la PROSPERIDAD DE LOS IMPÍOS... logran con creces los antojos de su corazón. Se mofan y hablan con maldad de hacer violencia; hablan con altanería... Cuando pensé para saber esto, fue duro trabajo para mí, hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos. Ciertamente los has puesto en deslizaderos; en asolamientos los harás caer..." (Sal.73:2-3, 7b-816-18). Es tan precioso este Salmo que le rogaría a mis lectores que lo leyeran completo, porque aquí el espacio no es suficiente para compartirlo en extenso. Que la torpe actitud de los profanos no sea jamás como la nuestra ante los requerimientos divinos.
EFRAÍN ARTURO CHÁVEZ ESPARTA 31/03/2018 MENSAJE # 2397
CUANDO DIOS QUIERE MOSTRARNOS COSAS MAYORES PARA ALCANZAR UN MEJOR ENTENDIMIENTO, NOS LLEVA A LUGARES QUE NUNCA ANTES HABÍAMOS IMAGINADO. ESPERA COSAS MÁS GRANDES EN TU EXPERIENCIA PERSONAL.
ResponderEliminar